Trabajo presentado en la Actividad Preparatorio de PIPOL 12 en la Comunidad Valenciana de la ELP
“Familia, os odio”1
A. Gide
Más allá de las satisfacciones de las necesidades, la familia posee una función de residuo que pone de relieve lo irreductible de una transmisión, señala Lacan en Nota sobre el Niño; una transmisión de un deseo que no sea anónimo. Pero no siempre ocurre.
Nuestro Gide, cito a Lacan en el seminario 19: “… su asunto es ser deseado… Hay personas a las que en su primera infancia les faltó ser deseadas.
Eso las empuja a hacer cosas para que eso les suceda en la adultez. Es muy común”2.
Me pregunto, entonces, ¿cómo arreglárselas en la vida cuando no se es hijo de un deseo? El propio Gide escribe en su Diario el 3 de junio de 1893: “¿puedo ser amado?”3. Gide situará en la escritura misma, esa necesidad de amar y ser amado”.
Océanos de pesar, fealdad, aburrimiento sin nombre se captan como el “color” de su infancia y adolescencia. “No comprendía lo que se quería de mí” testimonia Gide «… yo era uno de los últimos de la clase, lo repito, dormía todavía, me parecía al que no ha nacido aún»4. Su estupidez divertía a sus compañeros. Fue echado de la escuela por masturbarse en clase, por sus malas costumbres como las nombrará más tarde. Describe en su autobiografía un recuerdo infantil, en su vivienda de la calle Médicis de París, practicando “las malas costumbres”, escondido junto a un niño de su edad.
Unas breves notas biográficas:
Su padre lo introdujo en las lecturas; tras su muerte, su madre lo alecciona para vivir bajo la ley, antes de vivir en gracia. Su padre, Paul Gide, procedente de gentes de toga y universidades, de ascendencia florentina radicados en Uzez (sur de Francia), obtuvo la Cátedra de Derecho Romano en París. Destacaba por su vivacidad, alegría, amabilidad, despreocupación, gusto por las letras y el arte, como se puede recoger en la Normandía y el Bajo Languedoc.
Su madre, Juliette Rondeuax, procedía de familia comerciantes, con distinciones en puestos políticos, algunos lauros en investigaciones naturales, y de mujeres, que hacían de esta familia un feudo de religionarios y un parque de maternaje moral, y puritano. A la edad de 15 años, Juliette Rondeuax fue instruida en literatura, música, pintura, por Ana Schakleton, con quien establecerá un estrecho lazo.
El encuentro entre padre y madre es un poco preparado por un pastor para casar a Juliette, este pastor era un conocedor del protestantismo fervoroso y el ideal moral de Juliette y consideró a Paul Gide como un buen candidato, jurista de alta integridad y piedad ejemplar. Se casaron en Rouen y posteriormente se trasladaron a París. Paul aportó su talento y Juliette su fortuna. Seis años después de la boda, nace André, el 22 de noviembre de 1869, hijo único.
Para su padre, André era su “amiguito” a quien llevaba a jugar a Los Jardines de Luxemburgo. Muere a los 11 años de André. La madre permanece del lado de la protección, una madre del deber, de la prohibición al divertimento. No es una madre del deseo sino del amor (envolvente).
André Gide queda identificado al falo mortificado de la madre5. Su erotismo masturbatorio no lo despierta de ese “sueño de eternidad”6. A los 14 años, una caricia deseante de su tía, lo deja con la marca del instante del niño deseado que fue para el otro; gesto que devendrá huella en su elección narcisista de objeto. Lo plasma en una escena en La puerta estrecha: “… Los cuellos de marinero se llevan mucho más abiertos, dijo mi tía Lucile Bucolin), mientras desabrochaba un botón de mi camisa. Y, sacando su espejito, atrajo mi cara contra la suya, pasó alrededor de mi cuello su brazo desnudo, introdujo su mano en mi camisa entreabierta, me preguntó riendo si tenía cosquillas, siguió avanzando la mano … Tuve un sobresalto tan brusco que se rompió mi marinera y hui con el rostro encendido, mientras ella exclamaba: «¡Uf, el muy tonto!». Corrí hasta el fondo del jardín y allí, en una pequeña cisterna del huerto, mojé mi pañuelo, me lo apliqué en la frente, me froté las mejillas, el cuello, todo lo que aquella mujer había tocado”7.
Sin embargo, no es por el sesgo de esta fijación cómo A. Gide se las arreglará para convertir los retales de su vida en objeto estético.
El sentimiento que despierta en él, el encuentro con su prima Madelaine hace surgir un sentimiento de un amor incondicional, fijo, irremplazable: Jamás amará con amor más que a una sola mujer”, llega a decir8. Amor embalsamado. Amor cortés, sin deseo carnal. “Solo un uranista puede amar de verdad a una mujer…”9. Para ella serán sus cartas de amor, su más preciada entrega. Aunque escribirá en su Diario “no eran exactamente cartas de amor… mi vida se tejía ante ella, en función de ella y día a día…”10. Entra ambos, la letter en su doble acepción de carta y letra.
Tres mujeres en el destino de sus días: madre, tía, Madelaine y la tyche de un encuentro: el mensaje de Goethe, del Fausto II, que cita Gide en Los alimentos terrenales: si has nacido para ver, te es ordenado mirar, puedes ser lo que eres11.
Así, a través de la inmixión de este mensaje, se autoriza a vivir su vida desde el punto de vista del que será escrita; acusando recibo él mismo de sus escritos; “respetando la máscara” se ubica en un otro lugar en este retorno.
Hacerse un nombre; invento singular como hombre de letras, escabel donde su obra perdura.
Fabiana Lifchitz
Junio 2025
- Gide, A. Los alimentos terrenales. Alianza editorial.España. 2015. Pág. 71
- Lacan, J. Seminario 19…o peor. Paidós. Argentina. 2012. Pág. 71
- Gide, A. Diario 1887-1910. DEBOLSILLO. España. 2021. Pág. 240
- Gide, A. Si la semilla no muere. Ed. Losada. Argentina. 2002. Pág. 64
- Lacan, J. Seminario 5. Paidós. Argentina.1999
- Miller, J.A. Piezas Sueltas. Paidós. Argentina. 2016
- Gide, A. La puerta estrecha. Ed. Kindle. Posición 127.
- Gide, A. Diario 1911-1925. Ed DEBOLSILLO. España. 2021. Pag. 44
- Ibid. Pag 518
- Gide, A. Diario 1911-1925. Ed. DEBOLSILLO. España. 2021. Pag 42
- Gide, A. Los alimentos terrenales. Alianza editorial. España. Pág. 115