Deconstrucción de la metáfora paterna a la luz de la dirección de la cura. Una cuestión clínica.

Una lectura posible de “La dirección de la cura y los principios de su poder”, un texto de orientación clínica sin duda sería el deslizamiento propio de algunos momentos de la enseñanza de Lacan sobre el principio de no contradicción. Aquel que proviene de la negación de una existencia hacia la afirmación de una inexistencia.

Me preguntaba entonces cómo se registraba este deslizamiento desde la deconstrucción de la metáfora paterna hacia la metonimia de la carencia del ser en una lectura clínica del texto.

Mientras delinea sobre su escritura al sujeto del análisis, Lacan no duda en poner en el banquillo al analista. “¿Quién analiza hoy?”1, se pregunta. 

1-En primer lugar, pretende demostrar la impotencia que sostiene una praxis en tanto esta se reduce al ejercicio de un poder. ¿De qué poder hablamos? Del poder de la palabra. Pero decir el poder de las palabras no es una logoterapia, no se trata solo de palabras, sino de lo que de la enunciación, el analista advertido encuentra tras los enunciados. Dice Lacan: “Hasta en las inflexiones de su enunciado servirán de vehículo a la doctrina que sobre ellas se ha hecho el analista en el punto de consecuencias”2. El psicoanalista no dirige al paciente, sino que lo que dirige es la cura, tomando a su cargo tales consecuencias. En el depósito de fondos de esta empresa, el analista también debe pagar: paga con la interpretación, si se requiere como acto, pero también paga con su persona:  “paga con su persona; en cuanto diga lo que diga, la presta como soporte a los fenómenos singulares que el análisis ha descubierto en la transferencia”3.

2-Si los postfreudianos de la ego-psychology hacían decálogos sobre las interpretaciones posibles que los analistas proferían en búsqueda de su posición en la transferencia, Lacan, en cambio, lo silencia y lo hace jugar al muerto, porque si se reanima “el juego se prosigue sin que se sepa quien conduce4.  Entonces el analista es menos libre en aquello que domina: estrategia y táctica, a saber su política, en la cual haría mejor en situarse por su carencia de ser que por su ser. Es decir, su acción ( aquí Lacan lo nombra como acción y no acto) se le escapa “si no tiene en cuenta la estructura por donde toda acción interviene5. No hay intersubjetividad. No hay relación dual, agregaría no hay metalenguaje y, si el analista no la “supera”, sus consecuencias hacen de su acto un ideal.

3- La transferencia sobre la pregunta acerca de quién analiza se pone en juego. ¿Quién es el analista? ¿El que interpreta aprovechando la transferencia? ¿El que la analiza como resistencia? ¿O el que impone su idea de realidad? Preguntas que se hace Lacan al que responde con un “YO”, así como suena, en la resonancia dirigidas a los postfreudianos. ¿Es la transferencia una coartada? Si lo es, pero la cuestión es a instancia de qué, de poder el analista entregarse a la educación, a responder la demanda sin resistencia alguna, en fin, dice Lacan ”habitar el pabellón del reforzamiento del YO”.

Comienza con Lacan un viraje de la transferencia freudiana en relación al padre y los límites del otro hacia una transferencia donde el analista tramitará con los objetos, y se volverá semblante de ellos. Es por el deseo como causa, como metonimia de la carencia del ser, que la consistencia simbólica del Otro paterno cae, está desfalleciente en este momento de la enseñanza.

4- La estructura del deseo revela entonces lo que se manifiesta en el intervalo que “cava la demanda más allá de ella misma, en la medida en que el sujeto, al articular la cadena de significantes, trae a la luz la carencia de ser” y agrega: “con el llamado a recibir el complemento del Otro6. Lacan apunta a la función de la identificación primaria, pues no se trata de que el sujeto adquiera las insignias del otro, sino que, por la estructura misma del deseo en la hiancia abierta por el efecto de los significantes venga a representar al Otro.

Lacan apunta al abandono de la imaginarización de la transferencia, de la mistificación del que el analista puede permanecer cautivo en el mar del relato, de los significantes que no permiten ser conducidos por una lógica advertida sobre la estructura del deseo, en este momento de la enseñanza, dejando el analista empantanado al paciente en un punto de identificación imaginaria del que permanece cautivo. Será en el retorno a “Psicología de las masas y análisis del yo” y sobre el tercer modo de identificación que Lacan, en este texto, termina por confirmar el abandono por la vía de la metáfora para especificar la función de sostén del deseo como metonimia de la carencia del ser y como efecto de la sucesión de los significantes. 

Entonces podríamos retomar el principio de no contradicción con el que Lacan en ocasiones recorre su enseñanza: Aquel que proviene de la negación de una existencia, (deconstrucción de la metáfora paterna) hacia la afirmación de una inexistencia, la estructura misma deseante en este momento de la enseñanza y sostenida sobre lo que no hay, la carencia del ser, una falta. Ambas son verdaderas, no se contradicen. Sin embargo, Lacan elige la vía del deseo hacia la elaboración de lo que más adelante conformará su aforismo “no hay relación sexual”.

Carolina Salinas


  1. Lacan, J. Escritos II “La dirección de la cura y los principios de su poder”.Paidos, Año, Buenos Aires, p 559
  2. Ibid., p. 560
  3. Ibid., p.561
  4. Ibid., p.563
  5. Ibid., p.563
  6. Ibid., p. 597
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