Vamos a tomar el eje de la escritura el día de hoy para intentar dar cuenta del recorrido de Lacan en los años del S18 y 19 tomando una cita de Radiofonía (1970). Iremos del “no hay” planteado en el S18 al “hay” del S19, donde Lacan empieza su última enseñanza. Es, precisamente, donde hay un cambio de paradigma del goce.
El Seminario 18
Este seminario es dedicado a la noción de goce vinculado a la escritura y a la de semblante en tanto lo que él recubre, vela y/o manifiesta del goce, de lo real.
Lacan dice estar en el punto de la relación entre el escrito y la palabra y se pregunta por qué no situar el rasgo unario en el registro de lo real1, así como también se pregunta por lo que hace de soporte al significante. Es lo que le hace avanzar en dirección a dilucidar el estatuto de lo escrito para el psicoanálisis. De la misma manera, y para ir un poco más lejos, en El Seminario 19 dejará completamente de lado el rasgo unario tal y como lo había concebido hasta entonces y opondrá el Uno de la unidad del cuerpo —el del estadio del espejo— al Uno del que dice que no tiene acceso al dos y que, a su vez, es el que deja de estar relacionado con el rasgo unario. Lacan habla entonces de «Haiuno»2 y con ello traza una de las principales líneas de su última enseñanza. Esto dará pie a que en estos dos seminarios se extienda y de sus coordenadas exactas al aforismo «no hay relación sexual».
Lacan aborda este tema en El seminario 18, De un discurso que no fuera del semblante, pero lo despliega también en El seminario 19, O peor…, sobre todo en el capítulo X, titulado «Haiuno».
En específico se tratará del hombre y de la mujer, no dentro de la vertiente amorosa sino de las formas de inscripción del goce, por un lado, en la relación de cada uno al falo y, por el otro en su relación al no todo (en tanto lo que se refiere al régimen no edípico). Estos años, son el momento en el que Lacan empieza hablar de la noción de escritura de otra manera que en El Seminario 9. Es en El Seminario 18, en «Lituratierra», donde trabaja sobre la «verdadera naturaleza de lo escrito»3.
Formular, como psicoanalistas, «no hay relación sexual» implica que sepamos dar cuenta de qué es lo escrito en psicoanálisis, a qué nos referimos cuando hablamos de escritura. Vamos a ir a esto más adelante porque antes, en relación directa con el aforismo, vamos a decir que, que no haya relación sexual implica que no se la puede enunciar como relación en el lenguaje. Es decir, que la relación sexual, si existiera, escapa al dominio del lenguaje, a su territorio. Aquí ya hay una diferenciación de «territorios», digamos, entre el terreno del lenguaje y otro, que es sin él.
Ella, la relación sexual, no se escribe en el lenguaje ni con lenguaje. Por eso Lacan recurre a la lógica.
En «Radiofonía», leemos que Lacan dice que el lenguaje no es no es apropiado para dar cuerpo a la fórmula de la relación sexual: «De ahí mi enunciación: no hay relación sexual —se sobreentiende: formulable en la estructura—»4. Pero, nos preguntamos, ¿en qué estructura? En la del lenguaje.
Así, que no haya relación sexual a nivel de la estructura del lenguaje quiere decir que esta relación (en tanto embrollo) se da por la relación de cada uno y cada una al significante fálico. Y, lo que Lacan va desarrollando en estos dos seminarios también es que el sujeto de cada sexo tiene una relación especifica con el falo según sea hombre o mujer y más específicamente según su manera de gozar. Y es, todavía más específico cuando se pregunta: «[c]uando se trata de estructurar, de hacer funcionar por medio de símbolos la relación sexual, ¿cuál es el obstáculo? Es que se mezcla el goce. ¿El goce sexual es tratable directamente? No lo es, y es por eso, digamos, es todo lo que decimos, que existe la palabra. El discurso comienza porque ahí hay un hiato»5, una ruptura entre el campo de la pulsión y el campo del Otro, para retomar lo que decíais en la sesión anterior con Rocío.
Es decir, el sujeto intenta tratar su goce hablando, elaborándolo por distintas vías, o también que hablamos para tratar eso que no pertenece a la palabra misma pero que de alguna manera se refleja en ella. Y esto, eso que no es formulable en la estructura del lenguaje, es único en cada parlêtre, no tiene dos. Lo que quiero decir es que ese goce —que es del cuerpo—, se apoya en el lenguaje y a la vez no tiene que ver con él en tanto no es lenguaje, no se atrapa con él.
«Que es del cuerpo», resaltemos esto. Lo que se escribe es ese goce del cuerpo. No su relación con algo porque nunca puede abrocharse, hacerse Uno con otro.
Goce del cuerpo. Un goce que se siente en el cuerpo y que no es «de entrada» sexual. La «relación sexual» en Lacan es la referencia de Freud en su teoría de la líbido, en toda su teoría de las pulsiones y respecto de lo que Freud mismo mide las sustituciones. Para Freud, hay La Cosa, das Ding, la relación primaria con la madre que sería una suerte de «el original» del goce y es lo que se pierde y luego se recupera por otra(s) vía(s).
Para Lacan, en cambio (lo niega ya en El Seminario 11), no hay pulsión sexual total, lo que podríamos decir que es ese «no hay relación sexual» del que estamos hablando. Para Lacan el goce es siempre sustitutivo. Su plantamiento del goce es siempre un goce sustitutivo porque no hay el original, no hay La Cosa, El Encuentro mítico, La relación con la madre, La completud primaria, El objeto mítico. Para Lacan NO HAY esa relación con La Cosa, no hay La Cosa sino que lo que hay es el goce. Punto. Hay. Haiuno. Así, si lo escrito es el goce, pero ese goce sin dos, el Uno, hace alusión entonces, a la escritura del cuerpo como primera. Ahí no hay dos. El dos, la palabra viene después. Esa escritura tiene que ver con lo real, y lo real no es para ser sabido.
A ese tratamiento, sea por la vía que sea, algo del goce mismo escapa una y otra vez. Entre goce y palabra, para decirlo de otra manera, no hay relación posible porque, hace falta repetirlo: no hay pulsión sexual total.
No hay relación, fórmula establecida, entre la palabra y lo que en ella está escrito, es decir lo que la palabra solo alcanza a «reflejar», a dar un atisbo. Lacan lo recuerda cuando señala la letra como aquello que hace de litoral entre el saber y el goce. Es una de las dimensiones que Lacan expone a lo largo de este seminario cuando gira en torno a su frase aforística «no hay relación sexual» de la se podría decir que recorre todo el seminario de maneras diversas. Para esto, vamos a recordar a Pasolini.
De aquí, del «no hay» derivará en El Seminario 19 que el goce del que hablamos es Uno, es ese Uno (de la henología, no de la unidad del cuerpo) lo escrito.
Jaques-Alain Miller en «La Conversación de Arcachon» dice que «El “No hay” de Lacan, es la página en blanco, un no está inscrito y que debemos distinguir la negación de una proposición escrita, de la no escritura de esta proposición»6.
En este «No hay», se trata de una falta distinta de la de la forclusión. El «No hay relación sexual» no es un agujero7: es un puro «No hay». Por lo tanto, no se escribe la negación de esto, sino que no se escribe, ese es el «puro no hay». Aquí tendremos que seguir cuestionando qué es eso que se escribe en cada caso, qué es lo que cobra valor de escritura.
Seminario 19. Haiuno
Hay un ejemplo que Lacan da en El Seminario 19 en relación con la noción de Uno cuando habla de un jefe de cocina contando tenedores y cuchillos. Cuando de un lado quede un elemento y del otro ya no queden más, entonces se revelará –dice Lacan «que el Uno comienza en el nivel en que hay uno que falta»8. Y prosigue para resaltar no solo el comienzo a partir de la falta de otro sino también de la carencia de calificativos del Uno: «[l]o que constituye el Uno y lo que lo justifica es que se designa solamente como distinto, sin otra referencia calificativa. Porque solo comienza a partir de su falta»9. Es decir, que, no hay dos con que se pueda establecer la pareja S1 – S2 que es el fundamento de la dialéctica y, además, la condición para que haya efecto sujeto. Es el mínimo que se necesita para el diálogo y el significado. El «Haiuno», entonces, no tiene dos. Este es el núcleo de este seminario: «Hay Uno», que sigue al «No hay» del seminario anterior.
¿Qué quiere decir que «Hay Uno que no tiene dos»? No se trata del Uno de la cadena significante, que se cuenta sino del Uno que no se cuenta, que es imposible contar. Es el Uno que no es «uno, dos, tres» sino un Uno de otra índole, el que Lacan sitúa en un terreno que no es el del ser sino Otro, ex -, podríamos decir (sin que esto implique que es un Uno primero, que se numera).
Es decir, como escribe Rocío Cid: «Lacan formula que hay una fractura entre el campo pulsional y el campo del Otro, […] Esta es la carencia esencial, a saber, la de aquello que podría representar en el sujeto el modo en su ser de lo que es allí macho o hembra.»10
Claudia González
- Lacan, J., El Seminario, libro 18, De un discurso que no fuera de semblante: 1971, texto establecido por Jacques-Alain Miller, Buenos Aires: Paidós, 2009, pp. 92-93.
- Lacan aborda este tema ya en El seminario 18, De un discurso que no fuera del semblante, pero lo despliega también en El seminario 19, O peor…, capítulo x, titulado “Haiuno” (pp. 135–145).
- Miller, J-A., Contratapa del Seminario 18.
- Lacan, J., «Radiofonía», Otros Escritos, Buenos Aires: Paidós, 2012, p. 436.
- Lacan, J., El Seminario, libro 18, op. cit., p. 100.
- Miller, J.-A., «La conversación de Arcachon», Los inclasificables de la clínica psicoanalítica, Buenos Aires, Paidós, 1999, p. 398.
- Alberti, C., «No hay relación sexual. Introducción a la noche de la AMP», El Psicoanálisis, no. 46, Inquietante extrañeza, noviembre 2025. (en prensa)
- Lacan, J., El Seminario, libro 19, … O peor: 1971-1972, texto establecido por Jacques-Alain Miller, Buenos Aires: Paidós, 2012, p. 143.
- Ibid.
- Cid, R., «Hacer con la no relación sexual», Silicet Congreso AMP 2026, (en prensa).