Dirección de la cura y el acto analítico

Amo el discurso analítico por poner en juego la singularidad de cada ser hablante, lo vivo de su ser, como ética de la experiencia de un análisis.* Y amo la comunidad analítica, la nuestra, la Escuela porque intenta que cada singularidad, cada estilo, cada modo de lazo libidinal, tenga un lugar dentro de ella. De cada uno de nosotros depende que ese intento se materialice en un funcionamiento ético.

En el momento de transcribir este texto de modo definitivo, me surgió la pregunta de porque su inicio había tomado la forma de una especie de carta de amor y me surgió la idea de que era una forma de recuperar la dignidad frente a una sociedad en donde el odio a la feminidad y la cobardía frente al amor, puede que esté generando sociedades indignas. Solo citaré como ejemplo el clamoroso silencio que se vuelve grito frente a un genocidio televisado en directo.

La experiencia analítica no es un camino fácil, ni breve, ni banal; pero puede dar lugar a la sensación de atravesar una senda única y singular cuyo saldo sea un cierto saber hacer con los enredos en donde se prende el sufrimiento y el malestar propio. Y no se trata de la culpa ni el perdón de los libros de auto ayuda; sino de captar que el regalo de la palabra, lleva en sí un imposible de encontrar la satisfacción buscada, pero al mismo tiempo, es a través de ella, de la palabra, lo que en la experiencia de un análisis puede llevarte a ese lugar: el lugar de un imposible universal y de un posible singular. Como decía un paciente hace unos días: «Después de mucho tiempo me he dado cuenta que la universidad es una estructura con lugares y he descubierto que puedo ocupar mi lugar con mi propio estilo sin que la universidad me aplaste».

Creo que es una reflexión necesaria para mí lo planteado antes de entrar en el territorio del acto analítico; lo llamo territorio porque no es en absoluto un concepto.

Empecemos pues por lo que no hay: «el acto sexual», para darle substancia a lo que si hay: «el acto analítico» que puede aclararnos algo sobre nuestra sexualidad y elecciones amorosas.

Podríamos decir que es porque no hay «El acto sexual», la escritura de la relación con el Otro sexo, que hay multitud de actos sexuales; siempre sintomáticos y fallidos, por eso se repiten una y otra vez, en tanto la satisfacción obtenida nunca es la esperada. Como dice Lacan en Aún: «Es el cuerpo que habla en tanto no puede reproducirse sino gracias a un malentendido de su goce. Lo cual quiere decir que no se reproduce si no errando lo que quiere decir»1.

El acto analítico puede desvelar pues que en donde se suponía el cuerpo del Otro, es un objeto, el resto de goce, lo que sostenía ese Otro que no hay.

Esto nos dibuja el destino del analista en el acto analítico; caer del lugar de semblante de «a» para que el sujeto descubra su ser de viviente en ese resto de goce depositado en el Otro como tapón de su inconsistencia. Podría pensarlo como un S1 solo al final, vociferando en el borde de una pérdida irrecuperable.

Me gustaría leeros un fragmento de un poema de Martí i Pol, Els bells camins2,  que puede ilustrar algo de lo dicho:

               «No soc jo

               Qui creix sino el desig de sobreviure

               I un cop ja buit de mots

               resto espectant

               I se m´adorm el temps a la mirada»

Me gustaría ahora poner en juego una frase que encontré en el Seminario 15 de Lacan  «El acto analítico»  y que me parece una buena brújula para explorarlo. Son frases entresacadas de las clases del 6-12-67 y del 24-1-68.

«Es la conjunción de un acto y un hacer…un hacer que instituye un acto; pero ese hacer no es del analista sino del analizante»3.

La frase nos abre la dimensión que ya vimos en el último encuentro con los responsables de las Jornadas; donde quedaba en el aire y como preguntas: de qué lado queda al final el acto analítico; si del lado del analista, del analizante o de ambos.

Quisiera acabar con dos preguntas que puedo llamar verdaderas porque vienen del sujeto que me habita; un sujeto que encuentra cierta satisfacción en su ir y venir por el discurso analítico. La primera tiene que ver con el concepto de singularidad en el discurso analítico y su vecindad con lo que llamamos letra de goce. La traigo, la pregunta después de leer el concepto de singularidad que un profesor de danza proponía a sus alumnos. Les decía que tenían que buscar la singularidad de cada uno en su danza pensándola como un si mismo que se repite dentro de lo universal de sus movimientos.

Mi pregunta sería: ¿Podemos pensar la singularidad de la letra de goce como un si mismo en movimiento dentro de la universalidad del lenguaje?.

La otra pregunta que tiene que ver con la clínica, es a raíz de lo que le escuché hace un tiempo a una paciente que escucho como una psicosis ordinaria; la frase es: «…ahora que empiezo a sentirme viva, me pregunto por los años que estaba como muerta». Siguiendo la frase de J.A. Miller de que «el goce se hace presente cuando se pierde»4 y llevando la pregunta al lugar de la juntura mas intima del sentimiento de la vida, me pregunto si el goce de estar muerto es una modalidad en algunas psicosis.

Ricardo Rubio


*Ponencia presentada en la Sede de Valencia de la ELP dentro del Espacio Central, 15 de octubre de 2025.

  1. Lacan, J., El Seminario, libro 20, Aún (1972-1973), texto establecido por J.-A. Miller, Buenos Aires, Paidós, 1981.
  2. Martí y Pol, M. Els Bells Camins, Barcelona, Els llibres de L’Escorpi, 1988.
  3. Lacan, J., El Seminario, libro 15, El acto analítico, lección del 6 de diciembre de 1967 y del 24 enero de 1968, inédito.
  4. Miller, J.-A., Donc, La lógica de la cura. Buenos Aires, Paidós, 2011.
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