El mar lo cura todo (II)

El síntoma.

Queda un último tiempo del Edipo por tratar, el primero. Pero ahora nos vamos a detener en el síntoma de Mila. Leeremos el síntoma de Mila sirviéndonos del texto de Fabián Schejtman: Las fantasías perversas de los neuróticos: síntoma, fantasía y pulsión1. El síntoma es una urticaria nerviosa, que coloniza el cuerpo de Mila funcionando como obstáculo en sus relaciones sexuales. El síntoma de Mila es una metáfora: 

Entre el significante enigmático del trauma sexual y el término al que viene a sustituirse en una cadena significante actual, pasa la chispa, que fija en un síntoma —metáfora donde la carne o bien la función están tomadas como elementos significantes— la significación inaccesible para el sujeto consciente en la que puede resolverse2.

Apoyándose en Freud, Schejtman señala que la fantasía inconsciente del neurótico se sostiene y se expresa en el síntoma. En un primer tiempo, encontramos la “empresa autoerótica pura, una pura autosatisfacción”, sin referencia a la fantasía. Esto se muestra en la escena que abre la película: Mila de niña sentada sobre la cama de sus padres, sola, masturbándose, hasta que es llamada por su madre. Después, en un segundo tiempo, esta autosatisfacción “se suelda” a una fantasía perversa., De algún modo, vemos la fantasía de Mila en la imagen antes mencionada del hombre acariciando a su pareja en la playa. Pero la soldadura no está clara aún ¿por qué se suelda? ¿qué relación hay ahí? ¿cómo el goce pulsional de la autosatisfacción encuentra acomodo en este fantasma?

En el grafo del deseo, en s(A), el mensaje enigmático de la urticaria está expresando, y está sostenido, por el fantasma del hombre acariciando las nalgas de su mujer.  Pero el fantasma, $◊a, es, como sabemos, la forma que tiene el neurótico de ocultar su pregunta, la pregunta por S(Ⱥ), un trasunto de respuesta que, siendo anticipada, busca clausurar el sinsentido del deseo del Otro. Por una parte, entonces, en el plano del sentido, tenemos lo que hay en el síntoma del fantasma. Y, por otra, tenemos lo pulsional, el “me bota la vulva, $◊D. Esta pulsión queda enmarcada en el fantasma, queda mesurada, pero no toda.

Con la fórmula de la metáfora presentada por Lacan en La instancia de la letra, podemos entender que el síntoma de Mila viene a ser el significante que sustituye a la representación reprimida, es decir, el fantasma de Mila, que es la respuesta al deseo del Otro, a su falta, a su sinsentido. Esta representación reprimida, que es el representante que daba un sentido a la falta del Otro, al ser sustituida por el significante de la urticaria, le da a la urticaria ese plus de sentido metafórico que produce un efecto de verdad: «El síntoma es en sí mismo, de lado a lado, significación, es decir, verdad, verdad que toma forma»3

El “me bota la vulva” se reprime ¿cómo? Con “las florecillas en las braguitas que la protegen del “monstruo. Mi tesis es que la urticaria es un acontecimiento casual que, ocurrido en los días del trauma, queda adherido como significante de lo reprimido, primero fue imaginación, después, desde su potencia simbólica, acaba deviniendo en síntoma. La primera vez que tiene la urticaria, y esto es de gran importancia, le pide a su madre que le crea, al fin y al cabo, es magia: “Te lo muestro solo si te lo crees.

La medida de cómo el síntoma de Mila produce los sentidos de rechazo, cerrazón, sufrimiento y “ese algo que goza”, es interpretable pero no por ella. La pregunta por el deseo del Otro sigue ahí, pendiente, deseo desde el que se ha construido el deseo inconsciente de Mila, ese del que no quiere saber nada, y a partir del cual está organizada su subjetividad, necesitará de un encuentro fortuito. Un encuentro con el primer tiempo del Edipo.

La madre simbólica.

La madre simbólica, dice Lacan en el Seminario 44, es la que introduce al niño en el orden simbólico. Los objetos que la madre da al niño adquieren una función simbólica, convirtiéndose estos en símbolos de amor. La madre simbólica, que es la que frustra la demanda del sujeto, también es la que, en tanto que Otro primordial, deja pasar la demanda, porque, siguiendo la definición de demanda que da Lacan en el Seminario 5: una demanda “es lo que, de una necesidad, por medio del significante dirigido al Otro, pasa”5. Por lo tanto, el objeto ofrecido por la madre al niño, una vez este ha usado los significantes para expresar una necesidad, se convierte en significante de amor. Pero lo que entra en la creación del significado de este significante que ha pasado como demanda es “la creación de un deseo distinto de la necesidad”6. Este deseo es el que, a mi modo de ver, coloca al niño en los tiempos del Edipo: desear ser el deseo del Otro, desear el deseo del Otro, desear al Otro. Entiendo entonces que, si bien el Otro es el tesoro de los significantes, los significados tienen su raíz en ese Otro primordial que es la madre simbólica.

Tras el flashback de la niñez, vemos que Mila se reúne con su madre. Están, cómo no, reuniendo objetos. Hay un objeto que da comienzo a una conversación. El objeto es un libro que Mila le regaló a su madre, Diana, y esta, a su vez, prestó a la abuela. Ambas conversan. Diana le dice que la protagonista del libro es horrible, que pensaba que Mila pensaba que ella era así. Mila le responde que no, que no es mala, ni la abuela. Se disculpa por haber sido arisca a veces. La madre llora, se acuesta en la cama. Mila se acuesta con ella. Diana piensa a menudo en su madre, la echa de menos. En el plano, una bella imagen. Diana está en medio de la cama, tumbada de costado, mirando al lado izquierdo de la cama, que está vacío, mostrando la ausencia de su madre. Mila tumbada de costado a la derecha de Diana, abrazándola afectuosamente. 

Diana: —Ahora me he acordado de que el otro día soñé con vosotras dos. Justo aquí en esta cama. Yo estaba en medio y cada una estabais a un lado. Y tú eras tan pequeña.

Mila: —¿Qué edad tenía?

Diana: —No sé, cuatro o cinco años. Me hizo mucha ilusión verte así. Hacía mucho tiempo que no te veía tan bichito… es lo que tiene. Y me decías: “¿Me meneas el culete?”. Y yo te cogía y te ponía sobre mí y te meneaba el culete hasta que te dormías. Eras tan pequeña y tan preciosa.

Mila: — ¿A ti también te pedía que me meneases el culete?

Diana: —Claro. Día sí y día también ¿No te acuerdas?

Ambas suspiran. En su momento especial que muestra algo cotidiano bajo la luz de la revelación para Diana. Algo tan ordinario, simple, que desanuda la búsqueda infructuosa de Mila. La película, entiendo yo, representa el efecto que tiene el análisis cuando el analizante da con eso que está más allá del fantasma: el deseo del Otro. El deseo de Diana y el deseo de Mila se encontraban en un ritual que ambas tenían de amor en el que el objeto entregado por la madre era el culete de la Mila de cinco años siendo acariciado. La estimulación de esa zona entró en el circuito de la pulsión, de ahí a la falta del Otro y, en una imagen vista más tarde (la de la pareja en la playa), quedó soldada a una representación, que venía a responder anticipadamente al sinsentido del deseo de Diana. Cuando, en torno a los 8 años, experimenta el trauma del dormitorio de sus padres, la represión de este fantasma produjo la aparición de la urticaria como síntoma y el deseo de que le meneasen el culete devino en deseo inconsciente. Vale la pena recordar que, la primera vez que aparece la urticaria, en la playa, después de decirle a su madre que solo se la enseñará si se lo cree, le pide que ya no quiere llamarla vulva, a partir de ese momento será el culete de delante

Epílogo

Tras la secuencia con la madre, vemos una reunión familiar, Mila parece sosegada. El padre se muestra cariñoso con ella. Parece que ha habido un reajuste, de los tres, en lo simbólico. Después acompañamos a Mila a la playa. Comienza lavándose los genitales, recordando la recomendación de la madre, “el agua del mar lo cura todo”. En la acción de lavarse se excita y se masturba, gozando de sí misma desde una posición diferente a la que habíamos visto hasta ahora. Entra en el mar, comienza a nadar. Se van intercambiando las Milas, la adulta, la adolescente y la niña. El mar, por decirlo así, es una buena representación del goce femenino, un agua salvaje, materia de la significación, lugar al que se mira cuando se contempla el porvenir.

Trabajos citados

  • Lacan, J. (2002). La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud. En Escritos 1. Buenos Aires: Siglo XXI.
  • Lacan, J. (2013). De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis. En Escritos 2. Madrid: Editorial Biblioteca Nueva.
  • Lacan, J. (2013). La significación del falo. En Escritos 2. Madrid: Editorial Biblioteca Nueva.
  • Lacan, J. (2019). Seminario 2. El Yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica. Buenos Aires: Paidós.
  • Lacan, J. (2019). Seminario 5. Las formaciones del Inconsciente. Buenos Aires: Paidós.
  • Lacan, J. (2020). Seminario 4. La relación de objeto. Buenos Aires: Paidós.
  • Schejtman, F. (2012). Las fantasías perversas de los neuróticos: síntoma, fantasía y pulsión. En F. Schejtman, Elaboraciones lacanianas sobre la neurosis. Olivos, Buenos Aires, Argentina: Grama ediciones.

Isaac Aineto


  1. (Schejtman, 2012)
  2. (Lacan J. , La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud, 2002), pág. 498.
  3. (Lacan J. , Seminario 2. El Yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica., 2019), pág. 230.
  4. (Lacan J. , Seminario 4. La relación de objeto., 2020), pág. 67 y 68.
  5. (Lacan J. , Seminario 5. Las formaciones del Inconsciente., 2019), pág. 90.
  6. (Lacan J. , Seminario 5. Las formaciones del Inconsciente., 2019), pág. 95.
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