Partamos de una cuestión básica. Como dice en el texto de presentación, el estatuto del acto para el psicoanálisis se aleja completamente de la mera idea de acción motora.
En el Seminario XIV Lacan nos dice: “¿Qué significa acto? (…) la descarga motriz de ningún modo basta para constituir un acto”1. Entonces ¿cuál es el fundamento del acto para el psicoanálisis?
Es indudable, y se observa en los distintos ejes que acompañan al texto de presentación, que debemos pensar la noción de acto tanto del lado del analizante como del lado del analista.
Los ejes testimonian de ello y orientan nuestro trabajo, teniendo en cuenta que ambos actores deben consentir a un deseo inédito que los lleva a poner en primer plano el trabajo del inconsciente desde sus distintas posiciones, haciendo del acto un punto de inflexión.
Sin lugar a dudas, ello entraña su dificultad, lo que pone a prueba el proceso de la cura, tanto en lo que se juega en la transferencia, por ejemplo, los denominamos acting out que en muchos casos vienen a cuestionar el acto del analista —no entraré en ello—, sino también cuando, por ejemplo, asistimos a un rechazo del inconsciente cuyo retorno hace de lo disruptivo los llamados pasajes al acto. Las “patologías” del acto tan presentes en nuestra contemporaneidad demuestran, pues, la dificultad de cernir un real, y donde el acto mismo supone un franqueamiento del empuje de la pulsión de muerte, llegando a veces al límite de lo inexorable.
Ahora bien, quisiera introducir algunas reflexiones sobre la implicación del acto en la constitución del sujeto y su solidaridad con el acto analítico, donde su lógica, la lógica establecida por Lacan, da muestras de toda su coherencia para llevar adelante el proceso de una cura orientada por el psicoanálisis.
En el Seminario XIV, en el capítulo denominado “Alienación y repetición”, irá desengranado la cuestión del acto para dar cuenta de varios matices esenciales y en donde destaco, en primer lugar, el valor de corte que engendra la misma noción de acto.
El acto mismo, como sabemos, marca una temporalidad, que lejos de ser una cronología determinará una lógica, una lógica que indicará que hay un antes y un después; no es igual un sujeto antes y después del acto, lo que introduce entonces, en primera instancia, la idea de corte, entre otras cosas porque lo que engendra la división del sujeto mismo es la repetición, que hace de la marca su consagración fundamental y que luego no será la repetición de lo mismo. Ahí pues hay un corte.
En la contraportada del Seminario XV, El acto psicoanalítico, en su edición francesa, Lacan hablará del acto como franqueamiento. La decisión de Julio César de atravesar el Rubicón, río que dividía, que hacía de frontera entre la Galia Cisalpina e Italia, y que ningún gobernador provincial podía atravesar, dio lugar, a partir de su acto, al desencadenamiento de una guerra civil, marcando esto el principio del fin del Imperio romano.
Lacan ya había recurrido a este acontecimiento histórico en el seminario anterior, para decir que ese franqueamiento no será sin consecuencias; incluso llegando a introducir que “lo importante no está tanto en la definición del acto como en sus consecuencias.”2 Es decir, el después de un acto señala un camino diferente; que no sepamos su medida, no nos libra de sus efectos.
Entonces, de alguna manera, la consecuencia que implica la constitución misma de un sujeto, su determinación en su nivel más primario hace que el destino de ese parlêtre se juegue en el acto mismo de su constitución. ¿Es quizás lo que llamamos la insondable decisión del ser?
Menciono esto porque el acto mismo que implica la constitución del sujeto del inconsciente instituye el fundamento del psicoanálisis. Lacan lo señala cuando dice en el seminario del Acto psicoanalítico: “Si nosotros debemos introducir (…) al nivel del psicoanálisis la función del acto, se debe a que hacer psicoanálisis implica profundamente el sujeto.”3 Y más abajo añade: “El sujeto es, como ya he formulado, puesta en acto”.
Destaco esto porque si pensamos en la lógica de la cura y en la posición del analista, opera allí lo que aprehendemos a partir de Lacan: que el acto de constitución subjetiva nos sirve de fundamento para operar en la cura de un sujeto, aun si allí no lo hay. De esa lógica podemos deducir la lógica de la cura misma, que pone el valor del acto, tanto del lado del analizante como de lado del analista. Corte, franqueamiento y consecuencias se juegan allí.
Lo vemos también en la transferencia que es definida primero en el Seminario XI y más tarde en el Seminario XV, como: “la puesta en acto del inconsciente.”4
Entonces, volviendo al inicio, la lógica de una cura, podríamos decir, es solidaria de la lógica del acto tanto del lado del analizante como del lado del analista.
En el Seminario del acto dirá que el acto a la entrada de un psicoanálisis tiene valor de franqueamiento, y que sin duda merece el nombre de acto, dado la decisión que comporta. Consentir al inconsciente, consentir al saber inconsciente implicará ese antes y después que mencionamos como fundamento del acto.
En ese sentido, puede pensarse el recorrido del análisis como una sucesión de franqueamientos donde el acto analítico en su dimensión fundamentalmente de corte opera al igual que lo que hace advenir al sujeto mismo del inconsciente.
Seguimos trabajando.
Ruth Pinkasz
- Lacan, Jacques. El Seminario. Libro 14, La Lógica del fantasma. Paidós, Buenos Aires, 2023, p. 158.
- Ibid., p. 160.
- Lacan, Jacques. Le Séminaire. Livre XV. L´Acte psychanalytique. Seuil, Le Champ Freudien Éditeur. p.12.
- Ibid., p.12.