
Hay un mundo sensible a la espera de ser aprehendido por medio de la atención, más cerca del ver que del mirar1. Los muros levantados en las ciudades desencantadas proyectan el malestar de sus habitantes también a golpe de grafiti. Sus lamentos se propagan con espray y las partículas de su angustia son aspiradas por ellos mismos. La mancha en sus paredes y pulmones. Pero los muros de las ciudades parecen hablar cada vez menos, porque hablan más los muros virtuales. El muro de Facebook vino a usurpar el lugar legítimo de la protesta pública callejera, y el muro de Instagram vino a certificar su continuismo: todo dentro de la app, nada fuera. La queja pública tornó en lamento privado compartido para los convencidos, los seguidores, los que aceptaron una solicitud de amistad. La queja pública que se impone a los ojos del viandante no envía solicitudes. No es un mensaje burocrático o educado, no pide permiso. Se impone. Pero frente a la pintada, uno puede asumir la posición de mero espectador, objeto pasivo, o penetrar más profundamente.
Entonces, caminar por la ciudad es también atender a los fantasmas2 y leer los efectos y afectos de la alienación. Caminar puede dar paso al pensamiento o precisamente éste impulsar el deambular.
Leo la frase y sigo de largo. Me baila en la cabeza. ¿Decía se impone o no se impone? El amor, ¿se impone o no se impone? Giro la cabeza y no alcanzo a leer de nuevo. Retrocedo y leo. Eso, el amor no se impone. Me acerco y veo que alguien ha intervenido la pintada tachando el adverbio de negación. Alguien —¿o quizá el mismo sujeto? — quiso imponer un nuevo sentido a la frase. «El amor se impone: ni te amo ni te amaré». Si mi atención se detuvo frente a la frase escrita en la pared fue porque se me antojó un enigma: la aparente certeza y verdad categórica de quien empuñó el bote de pintura me rebotó en forma de duda sobre el vínculo amoroso y su condición de imposición. Mientras pongo el pensamiento en movimiento calle arriba, veo que el mensaje se repite: cuatro, cinco, seis veces la misma pintada. ¿Síntoma y repetición?3 Me pregunto para quién escribe. ¿Es una amenaza o un principio moral que le sirve para guiarse en sus relaciones amorosas? ¿Qué se le hará tan insoportable como para inscribir en los muros la misma frase a lo largo de la avenida?
Pongo a danzar esa imagen con el taller anterior de Fabiana Lifchitz y las compañeras de Las Palmas, sobre el odioenamoramiento, haciéndome eco de que “amar es odiar algo en el otro, odiar en el otro lo que le hace suficiente […] se pone muy claramente de manifiesto en el sujeto histérico. También en el sujeto obsesivo […] Responder al amor con el odio le parece la respuesta más cercana, dado que recibe el amor como animado secretamente por la voluntad de castrarlo”4.
Sigo caminando y pienso en la lectura que ando trabajando para el taller «Leyendo a Freud: ¿Cómo leemos la clínica actual?». Y es que hay algo de esa queja hecha trazo y enunciación que me lleva a ponerla en diálogo con Puntualizaciones sobre el amor de transferencia (Nuevos consejos sobre la técnica del psicoanálisis, III5). Allí, Freud plantea dos escenarios posibles para el analista ante el amor transferencial de la analizante: consentir el amor transferencial, comprometiendo así la ética, la técnica y el valor pedagógico del tratamiento. O rechazar el amor transferencial e invitar a la paciente a sofocar lo pulsional, a la renuncia y a la sublimación, que solo conduciría a una renovada represión y a una posible venganza contra el rechazo6. Sin embargo, recoge una tercera vía: confiar que del enamoramiento transferencial pueda surgir algo valioso para la cura, sabiendo que ha de abrirse paso apesar de esta trasferencia amorosa y a través de ella.
Freud concluye su texto exhortando a cultivar un “psicoanálisis practicado con arreglo alarte, no amortiguado, que no teme manejar y dominar las más peligrosas mociones anímicas”7
Recogiendo su propuesta para leer la clínica actual, me pregunto si en un mundo donde el discurso del amo se reconfigura a través del capitalismo y el tecnoliberalismo perfilando nuevos lazos y vínculos con el otro, ¿se han visto modificadas las manifestaciones del amor de transferencia en la práctica? ¿Se ha desplazado su función respecto de lo que Freud planteaba? ¿Hay lugar para la cura a través y a pesar del amor de transferencia en la era de la hiperconexión, hiperestimulación y aceleración, con sujetos-clientes inscritos en la llamada pantallización de la existencia?8
¿El amor (de transferencia) se impone o no se impone?
Diana Díez
- Fernández-Savater, Amador y Etxeberria, Oier. El eclipse de la atención. Recuperar la presencia, rehabilitar los cuidados, desafiar el dominio de lo automático. NED Ediciones. 2023
- Vivir con edificios y caminar con fantasmas. Iain Sinclair.
- Freud, Sigmund. “Recordar, repetir y reelaborar”. Obras Completas, Vol. XII. Amorrortu, páginas 145 – 157.
- Miller, Jacques Alain. “Sobre fenómenos de amor y odio en psicoanálisis”. Introducción a la Clínica Lacaniana. Colección ELP – RBA. Barcelona, 2005, p. 295 – 306
- Freud, Sigmund. “Puntualizaciones sobre el amor de transferencia: (Nuevos consejos sobre la técnica del psicoanálisis, III)”. Obras completas, Vol. XII. Amorrortu, Buenos Aires, 1986, p. 163 – 174
- Ibid., p. 167
- Ibid., p. 174.
- Febbro, E. (2022). Eric Sadin: Estamos en un proceso de pantallización de la existencia. PAGINA12: https://www.pagina12.com.ar/491763-eric-sadin-de-lo-comun-ya-queda-muy-poco