El mar lo cura todo

Somos creados de la nada por una relación que no existe. Esta creación es en dos actos. En el primero se aparece, en el segundo se es nombrado. El mundo es aquello que es el caso1, pero esta es ya una noción producto del par ausencia/presencia. En el principio, las significaciones son extrañas para la creatura, son adquiridas en vivencias. La creatura incorpora el orden simbólico, el lenguaje. Entonces la necesidad torna en demanda, y la demanda es la vivencia del deseo. 

El nudo borromeo es la representación del hecho humano; la realidad humana es constituida por el deseo y su objeto es el centro del hecho humano. Está lo Real, lo que es el caso; está lo Simbólico, el lenguaje; y está lo Imaginario, las representaciones. Si alguno de estos anillos se desata, los otros también y la creatura se disloca de su humanidad, deviene en el algo diferente. Lo humano es condición precaria, amenazada, siempre necesitada de reivindicación. 

Toda solución subjetiva depende de aquello que es el caso, del mundo. La creatura también, aunque no-toda es mundo. No-toda, en sentido estricto, porque su carácter simbólico le abre a la ausencia, a lo que no es el caso. En este sentido, la creatura, abierta a la significación, es apariencia, representación; el “yo” por tanto es una ficción. Su carácter ficticio lo hace inestable, el dislocamiento de lo humano hace sufrir. Lo que es el caso también incluye a los otros.

La intersubjetividad circula “por los desfiladeros” de lo simbólico. El Otro es orden simbólico; el orden simbólico es la regla que constituye un juego de lenguaje2; hay pluralidad de juegos del lenguaje, así que el Otro es incompleto e inconsistente, plural3, las reglas de los juegos del lenguaje tienen significación únicamente en una forma de vida4, y es una forma compartida, porque la vida como tal está en el área de lo Real (lo que es el caso)5.

Una forma de vida es el lecho del que surge el juego del lenguaje por lo que algo de ella queda simbolizado. La incompletitud y la inconsistencia del Otro es la nada que habita en él, lo indecible, pero es su indecibilidad lo que da pie a la potencia metafórica del lenguaje. En la intersubjetividad se da la posibilidad de decir lo indecible, de re-crear un juego del lenguaje, y se da en el mundo como trabajo con otros, a este trabajo puede llamársele “conversación”. En la conversación puede ocurrir el deslizamiento de la plantilla de lo simbólico para que la proyección de esta alcance, de algún modo, la actualidad del mundo. La significación/sentido, en tanto que es sostenida por una valoración, se puede ajustar en la intersubjetividad en tanto que ese ajuste es prestar atención a los significados, al código que sanciona a qué objetos ha de aplicarse qué significantes.

La conversación, por tener el componente de la significación, puede fracasar o no, pero no tener éxito, si entendemos por éxito una clausura definitiva del sentido. El sujeto del deseo inconsciente es ahí, en la conversación, y al mismo tiempo impide que la creación se detenga. El Otro, en tanto instancia de la subjetividad es, también, un real que puede producir el movimiento inercial de crear nombrando, aunque toque el mundo con la yema de los dedos, siempre quedará un resto. Elobjeto a, centro del hecho humano, constituye nuestra realidad: el deseo.

El trabajo de ser humano no cesa. Entiendo como pertinente plantearse desde Lacan y Wittgenstein la relación entre el lenguaje, el deseo y el mundo, así como el papel que tiene lo indecible en tanto que elemento de esta. Me propongo pensar la clínica lacaniana como un juego de lenguaje en el que hay unas reglas, cuya validez e inteligibilidad está en su propia práctica. Dicho juego es una forma de actividad humano que tiene que ver con el autoconocimiento, el reajuste y el compromiso. La palabra verdadera que Lacan define como aquella en el sujeto decanta su propia particularidad en lo real a lo imaginario y de ahí a lo simbólico, es fruto de un análisis que ha logrado re-crear el mundo para el individuo (creatura) y al individuo para el mundo.

“Creatura” es una película que nos muestra al recorrido de la protagonista desembocar en la recreación de la que he venido hablando. Una recreación que concierne al renombrar y al autoconocimiento, que tiene como efecto el reajuste y como alcance el compromiso. En esta película no hay análisis a la manera lacaniana, pero justamente la diferencia puede ser iluminadora en los procesos que se ponen en marcha en la práctica psicoanalítica.

En la película hay una reconstrucción de la ontogénesis de la subjetividad de Mila. Veremos dos momentos de su pasado en los que la castración hizo acto de presencia en su existencia, poniendo a prueba la relación de Mila consigo misma: primero al respecto del objeto simbólico, luego del imaginario y, por último, del real. Al decir la relación de Mila consigo misma hago referencia a la relación entre el je y el moi, tal y como Lacan plantea al sujeto como aquello que “está extendido sobre las cuatro esquinas del esquema [lamda]”6, esquema que será una de las herramientas que este usará para desarrollar su teoría del Edipo. El filme reproduce en su desarrollo un análisis. No es que sea un análisis, pero es un modo verosímil de mostrar el decurso de uno. Hay un conflicto, una pregunta, una búsqueda de respuesta, esa búsqueda se da en el seno de la intersubjetividad y, en la búsqueda de este saber, la creatura (Mila), atraviesa las capas de sentidos de su mitología personal.

Un padre imaginario

Ya al comienzo se muestra que algo no anda bien con el deseo sexual de Mila. Es algo que está sucediendo al margen de las palabras pero que, al mismo tiempo, se manifiesta como interrupción verbal. La parálisis del deseo de Mila es proyectada por ella, de forma espontánea, como un problema que es de Marcel. El “algo te pasa, Marcel” es un tácito “algo me pasa, Marcel”. Su llanto se vuelve escozor en la vulva. Aparición del síntoma. El escozor en los genitales deviene urticaria, el goce ha quedado amarrado a la pulsión de arrancarse la vulva.

Primer sueño. Sueño que nos retrotraerá al prólogo de la película, en el que veíamos a la niña Mila frotándose la vulva a escondidas, viendo detenido su autoerotismo por la voz de su madre, nombrándola por vez primera: Mila. En el sueño, las manos de dos hombres masajean sus tobillos hasta llegar a los muslos, y deteniéndose la escena cuando, al oír la voz de su madre, “Mila”, despierta. Se incorpora, inquieta, y mira debajo de sus bragas, no tiene genitales. Entonces despierta, llorando. Tres niveles: el sueño en el sueño (prohibición del goce); el sueño (la negación del goce); la vigilia: el síntoma (el retorno del goce).

Marcel, literalmente, está investido con los ropajes de Gerard, el padre de Mila, es su trasunto, y esto a Mila no se le escapa. Primera incursión en la mitología de Mila. Flashback a la experiencia adolescente del deseo sexual. Es una época de “primeras veces” y la experiencia tiene un carácter iniciático en el que los límites se viven como ajenos y las defensas como extrañas, aunque ya estén subjetivadas. Su lívido impregna un mundo ya organizado simbólicamente. 

Dos asuntos que tener en cuenta. En primer lugar su mirada, anclada a los cuerpos masculinos de sus iguales, y a una pantalla que ejerce de mediadora ante la insoportable cercanía del otro. En segundo lugar, esa misma mirada también se dirige al padre, que le presta esa pantalla, esa mediación, permitiéndole el goce autoerótico. En el momento de prestársela lleva el jersey que más tarde portará Marcel. Momento visual clave: mientras Mila está pidiéndole el ordenador a su padre, la vemos a ella en plano medio; en el cristal de la ventana que hay a su lado vemos el reflejo de Gerard. Es una forma poderosa de mostrarnos la subjetividad de Mila en ese instante y la función de padre imaginario que Gerard cumple en esta escena: dándole o privándola del objeto simbólico. La privación produce un agujero en lo real, volviéndolo insoportable. Este tiempo del Edipo, que en la lógica lacaniana ocupa el segundo tiempo, es aprehendido, en la búsqueda de la Mila adulta, primero.

Aquel objeto, el falo simbólico, es “el significante destinado a designar en su conjunto los efectos de significado”7 y “el significante del deseo del Otro”8. La privación de la potestad para producir sus propios significados obliga a Mila a asumir que el significado de sus actos no le pertenece, pertenece a un orden social que puede juzgar severamente, como es juzgada su amiga. Este juego del lenguaje, rechazado por Mila, retorna desde el otro como rechazo a ella misma. El agujero en lo real producto de la privación es el agujero que se experimenta como deseo del Otro, ¿qué me quiere? Esta incompletitud estructural es interiorizada por Mila como una falta imposible de llenar, pero posible de tapar, con el fantasma. Mila está neurotizada con una angustia de no ser, en absoluto, para este mundo; el rechazo de esta privación se invierte, siendo vivido como una rechazo por parte de Marcel, que está distraído al practicar el acto, que no está para ella.

Un padre real

Habiendo explorado el lugar del padre imaginario, pasamos ahora al tiempo lógico del padre real, tal como se manifiesta en la estructura del síntoma. Situémonos en el instante del presente en el que Mila está junto a su padre en el sofá. De forma titubeante, Mila le sugiere que la falta de contacto físico entre ellos se debe a, por decirlo así, obedecer insensatamente la interdicción del incesto. Repitiendo el mismo movimiento que ya había ejecutado con Marcel, vuelve a quejarse de que el otro le está negando algo que no debería negarle. Subraya con sus palabras que hay una ley y que esa ley les impide amarse de verdad. El padre responde incómodo que no había reparado en ello y se va, como Marcel.

La infancia de Mila. Momento del tercer tiempo del Edipo. El padre real agencia la castración simbólica del objeto imaginario, se marca la salida del Edipo para ser o para tener el falo simbólico. Pero este no será el caso de Mila. Lo que vemos en el flashback es un regreso al segundo tiempo del Edipo y, por eso, en la adolescencia la habíamos visto ahí, porque ahí se quedó. Reprimió la castración instalándose en la privación, manifestándose entonces la castración como síntoma. En el flashback vemos a Mila, identificada a su madre, rivalizando por las atenciones del padre. Diana, la madre, está molesta no porque Mila esté ensimismada en Gerard, sino porque Mila la ignora. Esto tiene gran importancia para comprender el desenlace de la película. En estas secuencias Mila goza de la masturbación, la realiza tanto en público como en privado. Su intimidad no tiene límites, engulle al Otro, lo borra. No hay solamente goce pulsional, es fantasmático ¿Por qué? Esta será la escena que nos anticipará la querencia pues las caricias del padre: en la playa hay un hombre absorto, que masajea las nalgas de su pareja. Esta es la representación del fantasma de Mila, es su “pegan a un niño”. Hacer realidad esta fantasía choca con la interdicción del padre, quedando reprimida. Tras esto somos testigos de la escena traumática en la cama con sus padres. Mila interrumpe el coito de ellos y toma posesión del padre quién, disgustado, la parte de sí y la reprende. 

La Mila del presente cree que sus problemas con el sexo derivan de un precoz deseo sexual orientado hacia su padre, su onanismo y la escena traumática. Pero algo ocurre y es clave: su síntoma.

La urticaria aparece tras la interdicción del padre y no necesariamente por causalidad psíquica. Puede que fuesen acontecimientos vinculados por un sustrato pulsional en el que el significante ya había dejado marca. Me refiero a que, como parte de un juego infantil, mete “flores en las braguitas para salvarnos del monstruo”. Aunque la primera vez la urticaria fuese producida por una reacción alérgica a las flores, qué duda cabe que la experiencia en el dormitorio de los padres y el juegos de las flores quedaron anudados porque ¿qué podría ser el monstruo para Mila sino lo que tiene entre las piernas?


  1. Wittgenstein, L. (2013). Tractatus logico-philosophicus (J. Muñoz, Trad.). Tecnos. (p. 13)
  2. Wittgenstein L. , (2021). Investigaciones filosóficas. Madrid: Trotta. (§7).
  3. Lacan, J. (2023). El seminario, libro 14: La lógica del fantasma (G. Arenas, Trad.). Buenos Aires: Paidós. (p. 29)
  4. Wittgenstein, L. (2021). Investigaciones filosóficas. Madrid: Trotta. (§19).
  5. Lacan, J. (1978). La tercera. En Actas de la Escuela Freudiana de París. Barcelona: Ediciones Petrel. (p. 177)
  6. Lacan, J. (2013). De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis. En Escritos II . Madrid: Biblioteca Nueva. (p. 526)
  7. (Lacan J. , 2013) ; (Lacan J. , La significación del falo, 2013), (p. 657).
  8. (Lacan J. , La significación del falo, 2013),( p. 661).
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