Presentación de la Revista El Psicoanálisis Número 42: El decir…

Esta presentación fue precedida por la participación de las XXII Jornadas de la ELP, lo cual tuvo como efecto un renovado interés a la hora de releer textos que conforman este ejemplar. 

En primer lugar, me parece pertinente señalar, como se menciona en la editorial, la magnífica portada del ilustrador neoyorquino Norman Rockwell, subrayando que el acento está puesto en el decir. El decir, que toma su sentido desde el semblante, acompañado de puntos suspensivos que recuerdan que “el vacío es el único modo de atrapar algo con el lenguaje”1. La orientación es a un decir que cuente, un decir en el que esté en juego la enunciación, un decir que sea acontecimiento, eso que toca el cuerpo. 

Ahora bien, ¿qué decir de los distintos textos que dialogan en este número de la revista? Abordaré dos cuestiones, los textos en relación al pase y aquellos textos promovidos por el tema de las pasadas Jornadas de la ELP. 

Sobre el pase, no me detendré en su funcionamiento sino en la experiencia. Me pregunto ¿de qué decir se trata en el pase? El pase como experiencia y su lógica basada en el acto, por ello, el pase una sola vez. 

Esthela Solano-Suárez2 retoma la cuestión del lado del analista en el acto del corte, apuntando así a un decir que cambia al sujeto. Nos dice que el acto analítico, en tanto que decir, deja residuos y esto es lo que se puede recoger. Recoger lo que del testimonio del pasante resulta de las consecuencias del decir: la producción de un analista con el objeto a3.

Se trata de un decir que se haga oír, que pueda testimoniar que se ha hecho la experiencia del Otro que no existe, de haber destapado el tapón del objeto a, rodeando el vacío del Uno todo solo. El Otro como agujero al que responde la escritura S(A/). 

Patricia Heffes se refiere a una intervención de Miller en relación con el pase en la ECF. Retoma a Miller “El pasante hace la apuesta de intentar hacer de su análisis un agalma y para explicar esto pone en relación el pase con el discurso del analista”4. Cuando se separa S(A) y no se obtiene un saber, sino el significante de ese saber que se hizo fracasar, S(A/), que vale como significante del desecho. 

Ahora bien, el pase se verifica a nivel de la enunciación, se trata de atravesar un decir de pase que indicaría que el deseo del analista ha advenido. Donde la verdad, con estructura de ficción, sería semblante en su hermanamiento con el goce. La satisfacción del fin de análisis permitiría un límite al goce del blablablá. Entonces, final de análisis marcado por la satisfacción y el goce, donde la satisfacción deberá ser otra de aquella que produce significaciones. 

Félix Rueda escribe en relación a la aparición del libro de Miller, Cómo terminan los análisis. Con su texto intenta situar y entender la siguiente afirmación: “La Escuela es el lugar de una experiencia propiamente analítica”5. Ubica que Lacan articula la estructura de la transferencia poniéndola en relación con la emergencia del sujeto supuesto saber, que es la creencia del sujeto de estar sujetado a un saber del que no es consciente, pero si legible, descifrable e interpretable. 

Nos recuerda que Lacan inventó el dispositivo del pase sobre el descubrimiento del momento del pase que consagra el fin del sujeto supuesto saber. A partir del pase, se lanza la transferencia con la Escuela,siendo todo lo que se acumula de saber en la experiencia analítica, lo que queda, estructuralmente en estado de suposición. No llega a explicitarse y cuando lo hace es siempre otra cosa. 

En relación al dosier: Sobre el decir…. 

Esthela Solano, en su texto “Lo que hablar quiere decir”, hace hincapié en que el psicoanálisis mismo se revela en esta cuestión. “Si hay saber, está en la palabra misma, no tanto en su esfericidad a nivel del sentido sino a nivel de los tropiezos, los blancos, los sueños, los lapsus, allí donde fracasa `lo que quiere decir’.”6 El fracaso avisa del inconsciente. Se instala al sujeto en el discurso analítico al introducirlo en la lectura de sus dichos. Concluye subrayando que no se trata de hablar y dejar hablar sino de servirse del significante de la buena manera para producir efectos sobre el goce, en el registro de una satisfacción opaca que es la de un sufrimiento que enreda al sujeto. 

Hebe Tizio nos dejaba su minucioso texto llamado “Dichos y decires”7, donde precisa en la experiencia analítica el decir del analizante bajo transferencia y, por ende, el decir del analista que guía la cura. Pone de relieve las ofertas cambiantes que marcan la época que dibujan una pluralidad donde los sujetos se agrupan y se reconocen en ellas. Época en la que se ataca la función de la palabra, se ataca el inconsciente, borrando el sujeto y su responsabilidad. 

El hablar, así, se convierte en imperativo que se metonimiza y se pierde sin dejar marca. La palabra se destruye bajo el imperativo dominante bloqueando la apertura del inconsciente por el ritmo que impone la proliferación de los goces. 

El ´yo soy´ se densifica y se produce una proliferación de las terapias de la palabra, produciendo el aplanamiento de la misma y restando su profundidad enunciativa. Las identificaciones subsumen al sujeto en un conjunto alienante obturando, así, la división que es lo que no se soporta. 

Concluye haciendo referencia al “se habla solo y se dice siempre lo mismo”8. El parlêtre lee siempre el mismo escrito, la letra que se envuelve con enunciados fantasmáticos que nutren el semblante comunicacional. Hablar bajo transferencia es la práctica de la responsabilidad de lo que se dice, aun sin saber, porque se trata de la responsabilidad del parlêtre con su goce. 

Didier Lett, en su texto “Gritar para decir no”9, recorre los gritos de víctimas de violación registrados en los archivos de la Baja Edad Media, como una forma específica de decir. El grito como un grito de miedo, un grito de alarma y un grito de prueba. La víctima intentará decir, de forma alusiva, cuánto sufrió, algo que creía indecible. Sin embargo, en ese intento de pasar de la oralidad a la escritura, ese decir se pierde en la reconstrucción del notario. En este pasaje no se da a conocer la intensidad, ni el contenido preciso, ni siquiera el grado de inteligibilidad de los gritos proferidos por esas mujeres maltratadas. El pasaje a la escritura les impone un código y les da un sentido, aunque esos gritos arrancados de lo más profundo de su ser, sean en su mayor parte fuera de contexto. 

Para concluir, algunas resonancias de las XXII Jornadas. Recojo un decir de Omaira Meseguer en la plenaria “El inconsciente aún”. 

Omaira señalaba el carácter del psicoanálisis de ir a contracorriente en relación a las proliferación de las terapias de la palabra que invitan al puro goce del blablablá. La experiencia analítica demuestra que es en la posibilidad de decir, lo más precisamente posible, que un alivio aparece para el que se aventura a analizarse, analizarse es aprender a decir contra la corriente de la habladuría. Esa manera de ir a contracorriente es donde se aloja la resistencia del discurso analítico en la actualidad. Para ello, es necesario mantener una orientación por el sonido y no por el sentido para que el inconsciente se escuche aún. La experiencia analítica da cuenta del duelo de querer decirlo todo para poder decir mejor y al fin atrapar algunos detritos. 

El psicoanálisis, de la mano de la práctica y la paciencia, exige prudencia, delicadeza y agilidad. El psicoanálisis es difícil, es necesario oponerse a la fuerza de la concatenación, a la producción de sentido. Ceñir lo real implica, entonces, poder ir más allá de las leyes del idioma. 

Decir es perder porque no se puede decir todo. Es necesario explotar el malentendido para encontrar lo que marcó a cada uno singularmente y poder producir un saber hacer, también singular. 

Omaira finalizó su intervención acentuando que la experiencia analítica es siempre inédita y poco cómoda, y que, si bien a veces se sale de una sesión atónito o perturbado, seguramente se sale un poco menos delirante. 

Lo que hablar quiere decir implica que, como analistas, introduzcamos al sujeto en una manera de leer lo que habla, apuntando a lo fallido como indicio del inconsciente. Por lo que, como señala Lacan, “Uno habla solo a menos que se ponga a dialogar con un psicoanalista”10.


  1.  El Psicoanálisis. Revista de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis del Campo Freudiano. Núm. 42 “El decir…”, p.7. 
  2.  Ídem, p. 19.
  3.  Ídem, p. 21.
  4.  Ídem, p. 24.
  5.  Ídem, p. 29.
  6.  Ídem, p. 38.
  7.  Ídem, p. 41.
  8.  Ídem, p. 46.
  9.  Ídem, p. 49.
  10. Lacan, J. Seminario XXIV, L´insu que sait de l´une-bévue s´aille à mourre (1976-1977), inédito.
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