Clínica del exceso1, de Domenico Cosenza, es una obra imprescindible para quienes, desde una orientación psicoanalítica, se interrogan por las formas contemporáneas del sufrimiento marcadas por el desborde pulsional, la compulsión y la desregulación del goce. Resultado de más de treinta años de investigación clínica, el libro ofrece una lectura lúcida y rigurosa de fenómenos como la bulimia, las toxicomanías, las autolesiones o los atracones, expresiones actuales de un malestar que se presenta sin mediaciones, fuera de discurso.
Desde una orientación lacaniana, Cosenza sitúa el exceso como una respuesta subjetiva al derrumbe de los referentes simbólicos que, en otros tiempos, organizaban una cierta regulación del goce. En el marco de una subjetividad cada vez más confrontada al mandato de gozar, el exceso aparece como una tentativa fallida – pero lógica – de bordear un vacío, de delimitar un real que ya no puede ser tramitado por el Otro. Lo que está en juego no es solo un síntoma, sino una modalidad de existencia donde el acto predomina sobre el dicho, y la palabra pierde su función metafórica y evocadora.
Uno de los grandes aportes del libro es cómo articula teoría y clínica sin perder la precisión ni caer en la ilustración anecdótica. Las viñetas que Cosenza presenta permiten seguir la lógica de su práctica: como se instala la transferencia cuando la demanda se encuentra obturada por el cuerpo; como leer el exceso sin apresurarse a reducirlo; como intervenir sin imponer una normatividad, sosteniendo la posición del analista frente al real que se impone sin mediaciones.
Cosenza no retrocede ante ese real. Al contrario, apuesta por una clínica que hace del tratamiento del núcleo fuera de sentido de la pulsión su orientación principal. El exceso, en tanto ligado al goce imposible de simbolizar, exige intervenciones que no se dirigen a su eliminación, sino a su puntuación: intervenciones que abran la posibilidad de una torsión subjetiva allí donde parece no haber división. Así, la clínica del exceso no busca restaurar el orden perdido, sino hacer lugar a un trabajo que posibilite la emergencia de un sujeto allí donde el goce tiende a infinitizarse.
El autor sitúa con claridad el tiempo lógico en que suelen iniciarse estas patologías: entre la pubertad y la adolescencia, cuando se produce una irrupción de lo pulsional que desborda los recursos simbólicos disponibles. Esta perspectiva permite pensar el exceso no como un fenómeno marginal, sino como una modalidad extendida de respuesta al empuje actual al goce total, sin pérdida.
En tiempos en que la urgencia clínica y el malestar sin mediación se imponen como norma, la propuesta de Clínica del exceso resulta profundamente pertinente. Nos previene contra las respuestas adaptativas, moralizantes o idealizadas, y nos orienta hacia una práctica que no cede al empuje de sentido, sino que puede alojar lo que desborda, lo que interrumpe, lo que se escapa del discurso establecido.
La lectura de este libro tiene efectos clínicos. Permite repensar las coordenadas desde las cuales intervenimos y sostiene la posibilidad de una práctica que no renuncie a su ética, incluso en contextos saturados por el goce. Escuchar el exceso como una formación del inconsciente en la era del desorden simbólico es la apuesta que sostiene este libro: una clínica que no se rinde ante lo contemporáneo, sino que lo toma como punto de partida.
Cecilia Fuentes
- Cosenza, Doménico. Clínica del exceso. Xoroi, Barcelona, 2024.