El deseo puro
Para abordar la cuestión del deseo en su pureza, Miller precisa dos vías. Por una parte, en relación al significante, el deseo como metonimia es un deseo puro ya que está “limpio de todo objeto”(1), se desliza entre los significantes, es lo que emerge más allá de la demanda, que sí supone un objeto. Cuando Lacan ubica el objeto del deseo como causa y no como finalidad, purifica al deseo, ya que no hay objeto de deseo. Hay una operación de extracción del objeto como fin.
La otra forma de entender el deseo puro, según Miller, es más allá de la definición por vía del significante; se trata del sacrificio del objeto que el propio deseo implica, lo que Freud llama castración. El deseo que no es innato, implica que se ha sacrificado el objeto, lo que lleva a entender el deseo de nada, el deseo en estado puro, como otro nombre de la pulsión de muerte. Es aquí donde radica la necesidad de que el deseo del analista no sea puro. El psicoanalista, de tener un deseo puro, sería un guardián y siervo de la pulsión de muerte, estaría al servicio del deseo de un Otro malo, que reclama el sacrificio.
El deseo del analista, lo que no cambia.
El deseo del analista se pone en acto de diferentes formas. Pero entiendo que la forma privilegiada es mediante la interpretación. Y tomo nuevamente a Miller porque se pregunta “¿qué relación mantiene con el deseo ese significante especial que es el significante de la interpretación?”(2) En este sentido, el deseo del analista se vería reforzado en su pureza, ya que el significante de la interpretación implica que el deseo, el del analista, no sea identificable(3). Lo cual es contradictorio en cierta forma, pero cuando se avanza un poco más en la pregunta por el deseo del analista, la pureza se va perdiendo.
“El deseo del analista se ejerce con una finalidad, reconducir al sujeto a su relación primordial con el significante”, dice Miller textual “[…] y como este deseo tiene una finalidad respecto del Otro, no es pura metonimia”.
Lo que extraje como enseñanzas respecto al deseo del analista que no es puro lo voy a utilizar para sostener que aun cuando se adopte la perspectiva del sinthome, el deseo del analista no cambia. La clínica del sinthome apunta a despegarse de la clínica en su versión clásica de agrupamientos, en esta perspectiva ya no se trata de la interpretación como revelación, sino como la intención de “conducir la trama del sujeto de la estructura a los elementos primordiales.”(4) La interpretación cambia en función de la trascendencia que anima la lógica del deseo o la inmanencia, que es la lógica del sinthome. Pero entiendo que el deseo del analista es necesario pensarlo como no puro, porque sea en la perspectiva estructural o la del sinthome, se trata de un deseo que no es un deseo de nada, “es al menos el deseo de que un sujeto se analice”(5). Hay allí un objetivo, un objeto al que se apunta, que orienta la cuestión de la intensión, que Miller formula como pregunta a la Escuela, respecto al ser del analista.
El deseo del psicoanalista, la Escuela y la política
El deseo del analista, que fue el título de este encuentro, como dije anteriormente, me parece una forma de respuesta sobre el imposible ¿qué es un analista?, pregunta sobre la que se sostiene la Escuela.
Si “la política institucional no es entonces un agregado, un anexo al psicoanálisis, sino que toca, concierne, apunta al ser del analista”(6), como dice Miller, creo que hay que seguir politizando.
El Seminario XI, es un seminario que está atravesado por la política. Y de alguna forma el trabajo que hice para este escrito me hizo volver a pensar muchas de las cosas que pude escuchar de parte de otros analistas en relación a la historia del psicoanálisis, lo que me permitió acercarme a la política del psicoanálisis desde otro lugar. De hecho Miller dice en El banquete de los analistas: “No digo que esta articulación de la extensión con la intensión en psicoanálisis (el vacío de un lado, de la intensión, y lo excesivamente lleno, del otro) no nos conduzca a plantear algunos problemas concernientes al destino del psicoanálisis”(7).
Mi sensación es que este espacio es una buena forma de dar tratamiento a la pregunta qué es un psicoanalista, y a los problemas que se le plantean al psicoanálisis y a la Escuela, en relación a su por-venir. Que se plasma, por otra parte, en el comunicado de la AMP en relación con los jóvenes, pero que lo vengo escuchando desde hace bastante tiempo. Y me parece oportuno mencionar lo necesario que resultan los dos espacios que se le está dedicando a la historia del psicoanálisis, tanto en Alicante como en Valencia. Si no hay jóvenes en la Escuela o hay muy pocos, es necesario pensar desde lo que fue la historia de la “creación de la Escuela”, para poder pensar en la época de la “Escuela que ya existe”. Para lo cual este deseo que no es puro, que busca que un sujeto se analice, me parece una fórmula interesante para abordar la cuestión de los jóvenes. Porque, como dice Lacan, el psicoanalista se resguarda contra la impostura mediante ceremonias, formalidades y ritos, y desde allí dudo que se puedan encontrar modos para que los jóvenes se acerquen a la Escuela, porque se trataría de un deseo puro, un deseo de nada.
Termino con la siguiente cita que me parece resume lo que quise transmitir en palabras de Miller: “El psicoanálisis podría morir por su complacencia con el discurso del Amo, estamos en una posición entre sobrevivir y no sacrificar la razón de ser del psicoanálisis”(8), y la cuestión de los jóvenes nos mete de lleno en este dilema.
- Miller, J.-A, El banquete de los analistas, Buenos Aires, Paidós, 2011, p. 281.
- Miller, J.-A, El banquete de los analistas, Buenos Aires, Paidós, 2011, p. 289.
- Miller, J.-A., ibídem.
- Miller, J.-A, Sutilezas analíticas, Buenos Aires, Paidós, 2022, p. 89.
- Miller, J.-A, El banquete de los analistas, Buenos Aires, Paidós, 2011, p. 290.
- Miller, J.-A, El banquete de los analistas. Buenos Aires, Paidós, 2011, p. 280.
- Miller, J.-A, El banquete de los analistas. Buenos Aires, Paidós, 2011, p. 51.
- Miller, J. A. Sutilezas analíticas