Espacio Central. Eje político: Transferencia de trabajo

Leo la “Nota italiana”, un texto que Lacan escribió en 1973, y me reencuentro con una frase que, con el horizonte de producción de este trabajo, se me revela diferente. Dice así: “[El analista] sabrá ser un deshecho […]. Es lo que el analista ha debido al menos hacerle sentir. Si él no lo ha llevado al entusiasmo, bien puede haber habido análisis, pero analista, ninguna probabilidad”1

Entiendo aquí deshecho como resto de un análisis, y entiendo que se refiere a hacer solidario de ese resto el entusiasmo, una satisfacción puesta al trabajo en una comunidad. Resto sinthomático también con el que saber hacer y que le permitirá ser resto (sicut palea) para su analizante. Entonces, puede haber análisis sin Escuela, pero no analista sin Escuela.

Esto último lo relaciono con otra cara del residuo, aquella que queda al final de un análisis sin liquidar totalmente, la transferencia analítica, que “Lacan plantea como un desplazamiento hacia la transferencia de trabajo”2, y por tanto incluye un nuevo lazo, una nueva relación al saber, un nuevo deseo, un nuevo tratamiento del síntoma. La transferencia es un asunto de amor y de saber. En la transferencia analítica encontramos el Sujeto Supuesto Saber –suposición de saber–, el horror al saber y el amor de transferencia. Cuando esta deviene en transferencia de trabajo se produce la desuposición del saber, el pasaje del saber supuesto al saber expuesto, y el giro hacia un deseo de saber por la vía del trabajo.

Transferencia de trabajo es una expresión que Lacan inventó y que remite a la transmisión de un trabajo que se transfiere de un sujeto a otro, y esto es importante, en tanto que se distingue de una transferencia de un sujeto a todos, lo que excluye en mi opinión al grupo, y nos advierte sobre una posible identificación. A diferencia de la transferencia analítica, la transferencia de trabajo es recíproca, es entre sus miembros y es con la Escuela-Sujeto3. Ese uno por uno implica un trabajo, sí, y también una posición, la de analizante; esa posición es la que permite no clausurar el saber, al contrario, es la que procura que el agujero sobre el que se cimenta la Escuela exista. Por eso Miller habla de inducción al trabajo y no de forzamiento en ningún caso. El término inducción amplía sus fronteras cuando, más allá de esta incitación, Miller lo relaciona con el de exducción. Estos remiten, para el primer término, un entrar en el análisis, y para el segundo una salida del análisis que tiene como producto un analista. El pase, del que no hay algoritmo, como dice Miller, es la salida. Pero más adelante, y a modo de otra vuelta de tuerca, afirma que, al final, de nuevo, tenemos la inducción, en tanto que se trata de dejarse engañar por el discurso analítico; de ser un incauto y, como en el mito de Platón, volver a la caverna del análisis y de la Escuela4.  

Vemos en los testimonios una reducción, vemos también ese entusiasmo, esa satisfacción a la que he apuntado al referirme a la “Nota italiana” –hay análisis, hay satisfacción, hay trabajo que se transfiere a otro en un lazo con la Escuela–. El artículo de Hebe Tizio es luminoso en este sentido, en tanto que, a través de su experiencia y de sus vaivenes, tanto como parlêtre como con relación a la Escuela –si no es que está estrechamente articulados a modo de urdimbre– nos muestra un hermoso recorrido. Es con algo de lo que uno produce en el propio análisis que se da esa transferencia de trabajo, y esta funciona sinthomáticamente. 

Del mismo modo que la transferencia analítica sufre fluctuaciones a lo largo del análisis, la transferencia de trabajo, en mi opinión, es susceptible también de ciertas oscilaciones. Momentos de desenganche, momentos más álgidos, más entusiasmantes. Es algo vivo y, como tal, sujeto a cambios. No pensarlo así, creo, sería ir por el lado del ideal. Como lo sería no tener en cuenta que hay tantas formas de habitar la Escuela como miembros. No es algo estándar. El resto sinthomático es lo que hace lazo con la Escuela y eso es lo que hace del lazo algo singular y algo que marca la forma en que un analista transita la Escuela y trabaja en ella. El Uno por Uno que implica la comunidad analítica hará bien en acoger y consentir a las variadas lógicas de trabajo, a los múltiples tiempos, a la diversidad de las producciones, tanto intensiva como extensivamente, lo que no excluye la crítica, en el buen sentido, y el rigor. En definitiva, saber que cada uno continúa trabajando ese resto-marca, eso que no se liquida, un cierto tipo de saber, y lo pone a trabajar en una Escuela y por una causa. 


  1.  Lacan, Jacques, Otros escritos, BB.AA., Paidós, 2018, p. 329.
  2.  Tizio, Hebe, “Al final, la transferencia de trabajo”, Freudiana 64, p. 109.
  3.  Bassols, Miquel, “La orientación es la transferencia de trabajo”. Revista El psicoanálisis n. 36.
  4.  Miller, J.-A., “Transferencia de trabajo” (cap. X), El banquete de los analistas, BB.AA., Paidós, pp. 186-189.
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