La lengua éxtima

Cartel Inter- escuela: La lengua éxtima.

Rasgo: Análisis entrelenguas y estrago materno.

Composición del cartel: Lore Buchner, Micaela Frattura, Domenico Cosenza (Más Uno), Heidi Gheler y Carolina Salinas.

Mi iniciativa por conformar el cartel se dispone a partir de la clínica en lenguas extranjeras, es decir análisis que se desarrollan en otras lenguas, diferentes a la lengua materna. La clínica hace serie con determinados casos que presentan:

  • Experiencias estragantes del lado materno
  • Todas hablan varios idiomas. No se trata solo de bilingüismo 
  • Ellas presentan síntomas a modo de acontecimiento o fenómenos de cuerpo, en la diferencia de sus estructuras.

La clínica me conduce al cartel y a la experiencia documentada de los postfreudianos quienes han plasmado su clínica en otras lenguas por su práctica más allá de Europa, descubriendo a autores como Eduardo Kraft quien parecía más lacaniano que postfreudiano. Kraft intuía que la elección de una segunda lengua no se trataba tanto de la transferencia, ni de resistencia tampoco de ego, sino más bien de algo del orden de una elección «no libre»1 entonces forzada, agrego, donde esa elección provee una función para el inconsciente (a modo de defensa). Siguiendo en los caminos sinuosos pero clínicos de los postfreudianos, caigo en la cuenta en la necesidad de un retorno a Freud. Efectivamente fue Freud quien también atendía a pacientes en alemán y cuyas lenguas maternas eran otras. Me serviré de Paul Rozen, en su libro Cómo trabajaba Freud, una serie de entrevistas “comentarios directos” de algunos de sus analizantes, y por otra parte, la viñeta del texto freudiano de 1927 sobre el fetichismo.

Con Paul Rozen, investigo el análisis de Mark Brunswick, a quien en la primera entrevista Freud sugiere que vaya a estudiar medicina y aprenda alemán. El análisis tomará ambas lenguas, inglés y alemán, pero en todas ellas la elección parecía ser determinada por Freud como un acto analítico destinado al síntoma del paciente, apuntando a su goce mortífero. Para Brunswick, pedirle que hablara en alemán y sugerirle que estudiara medicina eran aspectos de la actitud punitiva de Freud, pues si él le decía que tenía que ir a estudiar medicina “yo iba”2. Pero Freud le dijo que “no necesitaba ser castigado”. En su opinión ya había sido castigado suficientemente. 

La viñeta del texto de 1927 sobre fetichismo demuestra un tratamiento del orden de lo significante, de la condición erótica del sujeto que se articula entre “Glanz aun Der Nase” (brillo en la nariz) en su resonancia asemántica “Glance on the nose” (mirada en la nariz) en la lengua materna anglosajona del paciente, lengua olvidada por el analizante quien había sido criado en Inglaterra durante los primeros años de vida y luego emigrado a Alemania. La operación del sujeto de elevar a título de condición de amor ese Glanz auf Der nase aborda su determinación en el encuentro con la mirada materna. Esta fijación deja cautivo al sujeto tras la huella de esa satisfacción determinando su elección de objeto de amor. Huellas que no son otras que aquellas encarnaron y dejaron metafóricamente las trazas sobre el cuerpo, un encuentro con las huellas del goce materno.

Y por último será con J. C. Milner y “El amor a la lengua” con quien ubico la región de frontera que determina la lengua materna entre lalengua y la lengua. Lalengua es la palabra antes de la elucubración de saber, antes del significante y del lugar del otro. Es el ronroneo del gato que no tiene fijeza sobre el cuerpo. Lalengua es exceso e imprime en la lengua la marca por la cual se reconoce. Lalengua es, en toda lengua, aquel registro que la consagra al equívoco. Milner define “la lengua materna como una imagen recibida de la función de exceso de lalengua, un itinerario imaginario de aquello que excede a las representaciones”3

El exceso de lalengua no solamente remite sobre la imposibilidad del decir y que busca un decir constante, sino también del estruendo que retumba en el cuerpo y que la lengua materna transforma en goce pulsional.

El encuentro con la lengua privada

«La lengua privada del sujeto no es nunca tan única
como lo sostiene el sueño de la lengua materna».

Éric Laurent4

¿Cómo despertar del sueño de la lengua materna? Si la experiencia analítica nos enseña algo al final de sus recorridos, es la producción de una lengua desmaternalizada. Es decir, la caída de las significaciones, los desanudamientos o détachement de sentido y letra, proyectan el encuentro con una lengua propia, una lengua cubierta de equívocos. 

La lengua materna toca el cuerpo, lo marca en tanto pérdida y es la primera “efusión pulsional”5, el primer acontecimiento de cuerpo que contrasta con la lalangue, que le da su soporte. Son los primeros cuidados que ha tomado la madre para enseñar al niño a hablar. El marasmo en los orfanatos del siglo XIX, esencialmente en Rusia, da cuenta de la importancia de ese acto que en su ausencia afectiva provocaba la muerte. La lengua materna es una construcción de una función del lenguaje, secundaria a la experiencia de lalangue. La lengua materna es una lengua que habla de otra.

Lalangue, advierte J. C Milner, “es lo que hace que una lengua no sea comparable a ninguna otra en tanto que, precisamente, ella no tiene otra, en tanto que lo que la vuelve incomparable no sabría decirse”6. Precisamente por su condición que resiste a decirse, el lugar de su precisión es lo real del equívoco. 

Sobre estas coordenadas entonces, el análisis es una experiencia de empobrecimiento del sujeto en cuestiones de palabras. “Bienaventurados los pobres”7, dice Serge Cottet. La asociación libre empuja al sujeto a la nostalgia de aquello soñadamente perdido con la lengua y nos invita a participar de la inflación de sentido, del banquete de la novela familiar, en definitiva de una enunciación cargada de goce precisamente por estar conformada de lengua materna. Sin embargo, a partir de la última enseñanza con Lacan la significación se desdibuja y la letra se separa del sentido. La materialidad del lenguaje se hace presente con otras funciones más allá del sentido y la significación.

Sin embargo, el analizante en lengua extranjera, está privado de esta satisfacción en la mesa de la lengua materna. Tiene que hacer con una lengua que no es la materna, pero que dará cuenta de ella en tanto aquello que se impone o cae del lado de una elección forzada. Este es el caso de AEs que deciden cambiar de lengua a lo largo de su recorrido analítico. Domenico Cosenza, por ejemplo, testimonia sobre el segundo momento de análisis “cuando el soporte de la propia lengua no era suficiente para el decir”: Esta elección también corresponde al encuentro del significante materno en un sueño sobre la “agitation de la mer/mère” y la lengua extranjera toca con el equívoco, que no tiene que ver con el sentido, sino como efecto de goce.

También es el caso de Mauricio Tarrab, quien decide “cruzar el océano” para un segundo momento de análisis. Su nombre había sufrido modificaciones hasta establecerse en “Morís” [Maurice, en francés; Mauricio, en español], con claros efectos de afrancesamiento confeccionados por los dichos de su madre. Esto último, junto a la oscilación homofónica, una tilde y ciertos juegos infantiles, habían dejado en lúcida e incuestionable evidencia que la muerte era convocada al nombrarlo en la lengua romance. 

Lo Babel del dispositivo del pase, como lo plantea E. Laurent en este escrito, da cuenta del Babel que acontece en el sujeto entre lalangue y la lengua materna. Una conversación permanente imposible de decirse, pero resuena con estruendo desde la primera y cobra voz, se encarna en la segunda. Una permanente conversación al estilo de Babel en el que el analizante se encuentra concernido, cualquier analizante. 

Sin embargo, emerge en la experiencia de análisis entrelenguas una cierta oportunidad de enriquecimiento, como lo dice Lacan sobre la relación del significante y el significado con Joyce “viene a trufar a la otra, abriendo a otras significaciones”8. Asimismo, se efectúa una promoción hacía otras resonancias asemánticas, aquellas que dejan caer el sentido del significante y descubren la letra de goce, descubriendo con ello “el imperio del equívoco”, como es traído por Laurent en este escrito a partir del testimonio de Sonia Chiriaco, imperio de lalangue que no deja de resonar y que permanece independiente de la lengua utilizada en el análisis. 


  1. Kraft, Eduardo, La elección de la lengua en el psicoanálisis políglota, Presses Universitaires France, 2010, p. 183.
  2. Rozen, Paul, Cómo trabajaba Freud, comentarios, comentarios directos de sus discípulos, Editorial Ibérica, 1998.
  3. Milner, J. C, El amor a la lengua, Edit Nueva Imagen, 1980, p. 102.
  4. Laurent, E., “El Pase entre las lenguas o Decir de Babel”, Freudiana nº 61, Revista de psicoanálisis de la ELP Cataluña,  Barcelona, 2011.
  5. Vicens A., Presentación simultánea XXI Jornadas ELP “La lengua materna, lalangue, trauma” Barcelona, 2023.
  6. Milner, J. C., El amor por la lengua, Editorial Nueva Imagen, México, 1980, p. 23.
  7. Cottet, S. “Elogie de l´analyse en langue étrangère”,  L´information psychiatrique vol. 83, nº 9, París, 2007.
  8. Lacan, J., El Seminario, Libro 20 Aún, Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 49. En la versión en español no tiene la precisión de “vient truffer” que posee la versión francesa, ya que lo traduce como “rellenar como picadillo”.
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