No es bueno que el analista esté solo

No es bueno que el analista esté solo. Esta indicación que da título a esta Conversación no va de suyo. ¿Desde dónde lo decimos? ¿Desde el Consejo? ¿Desde el imperativo superyoico? ¿Cómo precaución? ¿Advertencia?

En su “Acto de Fundación”, Lacan dice “fundo -tan solo como siempre lo estuve en mi relación con la causa psicoanalítica, la Escuela Francesa de Psa”.

El analista está solo con aquello que le causa. Pero no es el único. Entonces… la Escuela. La Escuela, conjunto de soledades…

La falta de (l) control. El control de la falta

Pasemos al tema que nos convoca hoy: el control. ¿Cómo leer el sintagma “No es bueno que el analista esté solo” desde la perspectiva del control? Hay quienes prefieren no controlar, argumentando el caso en “lacaniano” de alto nivel. Respuestas sin preguntas, o si acaso, preguntas retóricas. 

¿Qué se juega en un control? No es el diagnóstico diferencial, no es la teoría que puede enseñar el caso, o no necesariamente… Aquello que se pone en juego en un control creo que lo podríamos pensar desde la óptica de “Lo que hablar quiere decir” y cómo un analista puede dar cuenta de esto. No siempre. 

No siempre se verifica que hay analista, que hay acto analítico, por más que un analista se autorice de sí mismo. Por más que se presente en sociedad como analista. Hay que poder saber transmitir esto en un control. Este saber, diríamos, este saber hacer, no es del orden académico. Es del orden de la enunciación, que es donde se escucha el deseo.

¿Por qué un analista no está solo cuando hace un control, si es que va solo al despacho del supervisor o del analista controlador? (por visualizarlo en modo viñeta). ¿Podríamos articularlo con una cierta lógica de 4? 1, 2, 3, 4?

Cuestión de ética

En su “Acto de Fundación” de la Escuela, Lacan dirige la entrada en control cuando el analizado en formación asume una responsabilidad, por poco que sea, analítica: “Desde el comienzo y en todo caso un control calificado le será asegurado en ese marco al practicante en formación en nuestra Escuela1. El control, entonces, ocupa un lugar de compromiso, de obligación, diríamos, para la Escuela. Podríamos preguntarnos ¿sólo es dirigido a los analistas practicantes?

¿Qué enseña el control? ¿Qué transmisión posible hacia la subjetivación de la Escuela?

En El Banquete de los analistas, señala Miller que el alcance del control debe apuntar a la relación del analista con el psicoanálisis y con su propio análisis.

En efecto, que el analista se autorice de sí mismo no significa que se auto ritualice, adormilado bajo la hipnosis de la comprensión del sentido, desde sus ropajes narcisistas o infatuado desde fantasmas de dominio de saber o de los años de práctica. En este sentido, el control y el propio análisis, podríamos decir, se entrelazan en una cierta topología moebiana.

¿Qué es el control? No pasa por una cuestión epistémica (aunque se pueda plantear cuestiones diagnósticas por ejemplo), ni de saber acumulativo (lo que vale por un caso no vale para otro), ni por un reconocimiento por otro de lo bien o mal que uno lleva el caso, o por una sanción o juicio. 

El control apunta a la finura de lo que hablar quiere decir. Lo que hablar quiere decir en tanto que, aquello que se transmite en un control  no pasa por leer las notas de cada sesión ni registrar como una grabadora todo lo que se dice, ni las efemérides del analizante, sino en los dichos del analizante que han tenido efecto en el analista ¿Desde dónde son escuchados? Es en este punto donde se intenta captar el deseo del analista, desde la enunciación al hablar a un tercero. Precisamente, en esta articulación entre el decir del analista con el deseo del analista.

Es decir, ¿con qué analiza uno?, ¿qué lo hace capaz, de aquello que ha obtenido en su propia experiencia analítica, de causar la transferencia y el deseo de análisis?2

No se trata del saber, del lado de la formación teórica, por así decirlo, sino del lugar del deseo del psicoanalista.

Continuemos con la pregunta, ¿cómo articular lo que hablar quiere decir con lo que enseña el control en la época del parlêtre

Lo que enseñan las supervisiones es aprender a callarse3. Dice Miller en Un esfuerzo de poesía: “hacer de analista es ante todo, hacer silencio, callarse, para que el otro hable (…) El analista no se pronuncia; aguarda retirado en el silencio»4. Es necesario que la palabra sea escasa para que tenga alcance, es la manera de que sea creacionista. Entonces, el control puede enseñar, no solo a saber callarse, sino también a saber leer lo que es enunciado por quien se dirige a nosotros.  

Lacan no hizo del control una cuestión estandarizada o reglada, como podría ser en la jerarquización de la IPA, aunque habló del control calificado, es el analista practicante quien elige por transferencia de trabajo al supervisor y no está establecido de antemano cuántos controles debe realizar. Es importante qué motiva un control, qué le ha tocado al analista del acto analítico para demandar un control, por ejemplo.

“¿Por qué quieres controlar este caso?” fue una pregunta en mis primeros controles que me tocó.   

Lacan ha dado preferencia al término de supervisión o superaudición más que al de control. Superaudición porque apunta precisamente a dar relevancia a la dimensión de la lalangue más que a la dimensión de la palabra5. Apuntar a lo que resuena en la materialidad sonora de lo que se escucha, hacer pasar la palabra al registro de lo escrito; ese moterialismo, aleatorio, disruptivo, cuyas resonancias no dejan de implicar un eco en el cuerpo, de acuerdo con la lectura que establece Miller en su Curso del Uno Solo, cómo el psicoanálisis tiene efectos de transformación en los paradigmas del goce del parlêtre

Vuelvo a las preguntas del inicio. Creo que la política del control es de alguna manera una política de juventud, no en sentido cronológico (no solamente) sino en tanto sitúa al analista en posición de analizante, en tanto no hay una definición del analista. Finalizo con una cita de Esthela Solano a propósito del control: “nos saca de la infatuación de creerse analista, nos descompleta, nos preserva del riesgo del autismo de la práctica y de una cierta cretinización generada por la rutina”6.

Fabiana Lifchitz


  1. Lacan, J., “Acto de fundación”, Otros escritos, Buenos Aires, Paidós, 2021, p. 248.
  2. Berenguer, E., Freudiana 89.
  3. Miller, J.-A., Curso El uno solo. Clase 11 de mayo de  2011.
  4. Miller, J.-A., Un esfuerzo de poesía, Buenos Aires, Paidós,  2017, p. 27.
  5. Eldar, Shula, “Apuntes sobre la supervisión y su práctica”, Tiempos de Escuela (38). Conferencia dictada en el Nucep el 28 de mayo de 2021.
  6. Solano Suárez, E., Intervención en la jornada de la ECF “Question d’École”, 1 de febrero de 2020. Versión escrita para Hebdo- blog, nueva serie.
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