Sobre la garantía de la Escuela y su acción lacaniana en la ciudad

Introducción

La propuesta de trabajo para el quinto encuentro de este Espacio Central de conversación, titulado “No es bueno que el analista esté solo” ha sido intervenir sobre La garantía de la Escuela, a partir de un texto de J.-A. Miller1 pronunciado en la ECF en 2017.

Estos dos títulos son como un S1 y S2 que nos han puesto al trabajo. No desplegaremos aquí toda la cuestión acerca de las dos vertientes asimétricas de garantía que dispensa la Escuela, es decir, la nominación de AE y la designación del AME, cuestiones que encontramos en la “Nota Italiana”, el “Acta de Fundación” del 21 de junio de 1964, y en la “Proposición del 9 de octubre” del 67 de J. Lacan. 

En su lugar, hemos decidido abordar aspectos que conciernen al psicoanálisis en la ciudad y su acción lacaniana, en tanto la garantía de una Escuela es inherente a una política.  Ninguna acción lacaniana se sostiene sin la garantía que orienta la Escuela con la formación y orientación que dispensa a sus miembros, con la nominación de los AE y la nominación de AME. 

Plantearemos algunas preguntas sobre el discurso del analista y el discurso del amo, la forma en que la soledad se presenta en la civilización como malestar contemporáneo y por último, abordaremos ciertos problemas y también posibilidades del psicoanálisis en extensión, para operar en la ciudad.

La ciudad que ya no existe

En el texto propuesto, Miller comienza señalando que en cuanto al discurso del analista y al discurso del amo, el título de AME que otorga la Comisión de garantía hace de este el representante del grupo analítico en lo social. Cito: “Es el sesgo por el cual nuestro grupo analítico se hace representar en el discurso del amo”. Ubicaremos entonces una primera pregunta: ¿De qué manera conviene hacerse representar hoy, cuando la forma de este discurso ha variado, al igual que los síntomas? Por lo tanto, el lazo del psicoanálisis con la ciudad, también ha cambiado.

Miller menciona a Foustel de Coulanges,2 un director de conferencias en la Escuela Normal Superior de Paris y autor de un célebre libro del año 1876 titulado: La ciudad antigua: estudio sobre el culto, el derecho y las instituciones de Grecia y Roma. Este sociólogo escribió esta obra de casi 500 páginas sobre los sistemas sociales de pueblos antiguos como Roma y Grecia pero también, sobre los problemas sociológicos derivados de la religión y el derecho. 

No vamos a adentrarnos en este estudio sociológico, sino a retener que la razón por la que Miller trae este texto es para decirnos que ya no existe la ciudad en el sentido de la ciudad antigua. Un conocido ejemplo de civilización romana, es la autoridad y el poder absoluto de la figura del pater familias por sobre la vida o muerte de la esposa, hijos, esclavos u otros hombres que vivían bajo su mano. Solo alguien en calidad de ciudadano romano podía ejercer el estatus de esta función. Figura única y no compartida con nadie más en el hogar, cuyos derechos se heredaban solamente a su muerte. Pues bien, sabemos que esta figura –y todo lo que de ella ha derivado política y socialmente– hoy  no existe, como ya nos indicó Lacan en los años 50. Las formas del discurso del amo se han modificado. El psicoanálisis mismo ha ido más allá (lo que no significa desechar lo anterior) del cobijo de una lectura Edípica, o metafórica del padre, hacia las funciones de ciertos matemas ( /S, a, S1, S2, Ⱥ) y los modos de anudamiento que realiza cada parlêtre

Pater caído bajo el sujeto 

Si tomamos el discurso capitalista –aunque es polémico llamarlo como tal, pero a efectos prácticos Lacan nos muestra su forma y circulación con los 4 elementos y lugares– vemos que es el sujeto dividido el que toma el lugar de agente. Este discurso incita al goce consumista, a la segregación social y es un fiel aliado del Superyó como empuje a gozar.

Discurso capitalista

Este sujeto, colocado en el lugar del semblante, produce lo que Miller llama en este texto un “individualismo democrático”. Consideramos que con ello, se refiere a todo tipo de ‘autos’ solitarios, como forma del discurso neoliberal imperante del hombre hecho a sí mismo: autodisciplina, autonomía, autosuficiencia, autorrealización, autosuperación etcétera. Son empujes a la segregación, al aislamiento, a la soledad como síntomas del neoliberalismo, que colocan al Yo por delante. Es lo que Eric Laurent ubica como las “paradojas del individualismo democrático de masas”.3 Es un sujeto aislado, solo, sin conexión con otro significante, no hace lazo como en los otros cuatro discursos, por lo tanto, sujeto e inconsciente aquí están separados radicalmente. Es un sujeto consumidor pero también consumido. El S1 cae bajo la barra, tal como ha caído el nombre del padre.

El sujeto aislado del Otro

Lejos de pretender cualquier clasificación exhaustiva, haremos una breve aproximación de las formas clínicas en las que se presenta la soledad hoy en la ciudad, en la civilización actual. Tenemos al melancólico que retira toda su libido del mundo,4 al suicida que sería quizás el punto extremo de soledad, al neurótico que se aísla quedándose en compañía de sus fantasías,5 al niño que no soporta jugar en soledad, al adolescente que va en grupo pero asilado en compañía de su móvil. Como bien describe F. Naparstek,6 del lado masculino encontramos la imposibilidad de acceder al Otro sexo, a lo hetero, dejándolo a solas con su propio cuerpo. Un ejemplo de esto es la soledad del goce toxicómano o de consumo pornográfico.  O bien, del lado femenino, encontramos el estatuto necesario del amor –el de ser amada– para poder soportar un goce no-todo pero al precio de una queja por la soledad o una reivindicación de querer ser la única. ¿Acaso el discurso capitalista no apunta a romper la pareja del sujeto con su Otro, mostrando de forma más descarnada al parlêtre en la soledad con su goce autístico?

¿Qué domina hoy?

Recordemos que en el Seminario 17, a pesar de no haber escrito aún el discurso capitalista, a propósito del discurso del amo, Lacan se pregunta cómo dicho discurso puede haber mantenido su dominación: “Para ello, ha tenido que sobrepasar ciertos límites”. Entonces añade que para que el discurso del amo mantenga su dominio, ha debido llegar a una mutación, una que “da al discurso del amo su estilo capitalista”.7 

En su texto, Miller propone pensar que en términos políticos, tal como mencionamos anteriormente, domina el sujeto del individualismo. En términos analíticos, domina el objeto a llevado a su cenit. En definitiva, siempre dominan los elementos que sostienen el discurso del amo, pues este es un discurso de dominación. Y nos advierte que, en cuanto a este discurso, será mejor que el analista no se eclipse buscando el reconocimiento. Entiendo así, que al psicoanálisis no le conviene entrar en la pendiente de buscar que el otro, sea este el Estado, la institución educativa, la Salud Mental, el Ayuntamiento o los políticos de turno, reconozcan al psicoanálisis. Como decía Miller en Comandatuba, no se trata de convertirnos en fundamentalistas freudianos nostálgicos del padre que ha caído e intentan reconstruirlo.8  Eso sería identificarse al discurso del amo queriendo que las cosas marchen, que funcionen para el sujeto.9 Por el contrario, el analista ha de orientarse por lo real, por lo que siempre falla, como la relación sexual.

El analista ciudadano

El discurso del amo impone a veces su ferocidad, por ejemplo queriendo erradicar a los analistas en el tratamiento del autismo, o cuando desde el Ministerio de Ciencia Innovación y Universidades (año 2018), se rechaza el psicoanálisis porque no es una ciencia exacta ni una tecnología como las que se desarrollan para orbitar en el espacio. Al analista no le conviene buscar orientarse por la nostalgia de lo perdido.

Es entonces cuando nos preguntamos: ¿Cuál es hoy la función del analista en la ciudad? Eric Laurent nos habla del analista ciudadano,10 un lugar que no es precisamente cómodo. El analista ciudadano no es aquel encerrado en su despacho, en la comodidad que puede reportar la posición intelectual, sino: “el analista que participa, un analista sensible a las formas de segregación, capaz de entender cuál es su función y cuál le corresponde ahora”.11 En la Escuela no se está cómodo y gracias a ello puede a veces entusiasmarnos. Ella es un lugar de trabajo que está al servicio del psicoanálisis, no de los psicoanalistas, tanto del psicoanálisis en intensión como en extensión. 

El analista ciudadano es el analista agujero en una institución, que con su decir silencioso toma una posición activa y silencia las dinámicas de grupo de la organización social o sus pasiones imaginarias. Es el que remite a las verdaderas tareas. Es aquel que  puede ayudar a impedir que en nombre del universal, se olvide lo particular de cada uno. En el texto propuesto para hoy Miller indica: “El psicoanálisis es un abrazo con lo particular, lo no universal, lo que no vale para todos”. Lo que supuestamente vale para todos sería el discurso del amo. Esa particularidad de lo real es la que se olvida o se borra en la salud mental, la política, la psiquiatría, la educación e incluso en la propia asociación psicoanalítica.12  

El analista ciudadano es el que, junto a otros discursos  –que muchas veces lo ponen a prueba pero que el psicoanalista también interroga– interpreta y en ocasiones transforma. Se trata de un lugar atópico en un mundo que ya no se presenta como una ciudad.13 Es una posición que hace temblar, vacilar un poco los ideales, los significantes amo de la ciudad. En este sentido, es un analista un poco irónico, pero a veces, podrá tener cierto efecto de despertar respecto del goce, pues: “Todas las I mayúsculas velan, disimulan la ligazón del sujeto con su goce”14 nos dice Miller.

Ahora bien, cómo pensar el analista agujero, cuando en algunas ciudades hay muy pocos o ningún analista en centros de salud, hospitales psiquiátricos o universidades. Es entonces cuando el analista ciudadano deberá inventar, crear la manera singular para ir al encuentro de otros discursos. El analista, se autoriza de sí mismo pero no se garantiza a sí mismo, es por ello que allí la Escuela es necesaria. ¿De qué manera el analista miembro de la Escuela, cada uno a su estilo, se pone en acto como analista ciudadano a partir de la garantía de formación que la Escuela le dispensa?

Patricia Tassara Zárate


  1. Miller, J.-A., “Cuestión de Escuela: Acerca de la garantía”, pronunciado a modo de introducción en la tarde de la Garantía de la ECF el 21-01-2017.
  2. Coulanges de, F., La ciudad antigua: estudio sobre el culto, el derecho y las instituciones de Grecia y Roma.
  3. Laurent, E., “¿Qué es un psicoanálisis orientado hacia lo real?”, Freudiana 71, 2014, Barcelona, p. 31. 
  4. Freud, S., Introducción al narcisismo, Tomo II, Biblioteca Nueva, 1981, Madrid, p. 2018.
  5. Ibídem.
  6. Naparstek F., “Soledad”, Un real para el S XXI, Scilicet, Buenos Aires, Grama, 2014, pp. 350-352.
  7. Lacan, J., El Seminario Libro 17 El reverso del psicoanálisis, Barcelona, Paidós. 1992, p. 181.
  8. Miller J.-A., “Una fantasía”, El Psicoanálisis 9, noviembre 2005, p. 11.
  9. “Bien, entonces es totalmente admisible que en un cierto nivel el psicoanalista haga semblante, como si él estuviera ahí para que las cosas marchen en el plano de lo sexual. La dificultad es que él termina por creerlo, y entonces esto lo fija, completamente.Es decir, para llamar a las cosas por su nombre, deviene imbécil”. (J. Lacan, Conferencia de Milán, año 1972, inédita). 
  10. Laurent E., Estamos todos locos. La salud mental que necesitamos, Madrid, Gredos, 2014, p. 70.
  11. Ibídem, p. 71.
  12. Ibídem, p. 73.
  13. Miller J.-A., “El psicoanálisis, la ciudad, las comunidades”, El Psicoanálisis 37, 2021, pp. 17-19
  14. Ibídem.
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