Todo el mundo es loco, es decir delirante

La conferencia que dictó J.A.-Miller presentando el tema de nuestro próximo Congreso de la AMP que lleva por título el aforismo de Lacan “Todo el mundo es loco”, abre un plan amplio pero preciso, de investigación que concierne en particular a nuestra práctica contemporánea y de un modo más general, al psicoanálisis que haremos existir en el porvenir. 

La fórmula “Todo el mundo es loco” es una invitación de Lacan a leer la clínica de otra manera. Se apoya en una generalización de la ausencia de relación que predomina en su última enseñanza, haciendo resonar un universal que es una oportunidad para interrogar. La AMP, nos propone explorar el camino que va desde una psicopatología general y sus grandes clasificaciones, al esfuerzo por tratar el síntoma como algo propio, irreductible e inclasificable por naturaleza. ¿Llamaremos a esta clínica del síntoma, “despatologización”? En todo caso podemos decir que no es la desaparición de la clínica, sino otro modo de concebir los disfuncionamientos o desarreglos y cómo ellos pueden acomodarse de una manera más satisfactoria para el sujeto.

Ahora bien, frente al “todo” de este universal ¿cómo dar cuenta del rasgo diferencial de la locura de cada uno? Lo que sigue al sintagma de Lacan: (todo el mundo es loco) “es decir, delirante”, es una brújula, ya que el delirio es un discurso que varía de uno a otro. Todo el mundo es loco, sí, pero cada uno construye su propio delirio. “Un” delirio, en tanto es una defensa, remite a una solución para cada uno: puede ser el fantasma o las ideaciones paranoicas, por nombrar dos maneras de la pérdida de la realidad que Freud planteó tanto en las psicosis como en las neurosis.

Voy a tomar tres hilos de lectura que pueden desprenderse de la conferencia de JAM. Dos de ellos tuve la oportunidad de trabajarlos en la EOL, voy a compartir con ustedes los ecos de ese trabajo. El otro surge de un trabajo que saldrá publicado próximamente en el Scilicet “Todo el mundo es loco”.

1-El acento de singularidad (o resto de resto)

En sus primeros escritos, el fenómeno de la locura se presentaba para Lacan inseparable del problema de la significación. ¿A qué se refiere con ello? A que los acontecimientos clínicos que el sujeto loco experimenta son vividos íntegramente en el registro del sentido y del sin-sentido. En “Acerca de la causalidad psíquica” (1946) ya designa lo que allí llama un acento de singularidad1 que resuena con ese goce singularísimo2 que destacó más de 20 años después en el Seminario Aún. Este acento singular se encuentra en las significaciones originales que el campo del lenguaje promueve: sean alucinaciones, sean intuiciones, delirios o alusiones, todas ellas contienen un signo singular que concierne a cada loco. En esta perspectiva, la locura de cada uno depende del sentido que el sujeto otorgue a los fenómenos que lo asedian. El fantasma, por ejemplo, es una máquina de otorgar sentido, el delirio también… así, esta forma de concebir la locura apunta a una dimensión clínica en la que neurosis y psicosis se vuelven indistintas (un signo de despatologización lacaniana).

Me interesé por este sintagma “acento de singularidad”. A simple vista puede presentarse en tensión con el universal que propone Lacan, sin embargo, veremos que es acorde a la generalización de la locura. En el capítulo 15 del curso “Todo el mundo es loco”, JAM lo aborda a partir del “goce opaco del síntoma” (título del capítulo), para dar cuenta de cómo esa singularidad se encarna en el sujeto. Ese capítulo comienza con los comentarios sobre su visita a Bs As en el año 2008 en ocasión del Congreso de la AMP “Los objetos a en la experiencia analítica”.

Hacia el final de la conferencia que dictó en esa ocasión y que pueden leer en Conferencias porteñas 3, habla de la transparencia del fantasma que se obtiene en el Pase (hay varias alusiones a la Proposición del 9 de octubre de 1967 en ese capítulo), aclarando que Lacan nunca dijo que se iba más allá de lo fantasmático en cuanto a lo transparente, y que esta transparencia no impide que una opacidad permanezca a nivel del síntoma. Finalmente, en la conferencia de BsAs concluye diciendo: “estamos hechos de la madera de nuestros síntomas”. Preciosa expresión que sirve para nombrar una materialidad única, íntima y sólida a la vez. Pero fundamentalmente “opaca”.

¿Cómo abordar esta opacidad del goce del síntoma sin hacer de ella una noche cerrada?

En su momento lo exploré a partir de dos referencias de Lacan: una del Seminario 11 sobre la relación opaca con la pulsión y otra del Seminario 23 sobre la opacidad sexual. Si bien ambas referencias se distinguen, las dos se refieren a la opacidad como un fuera de sentido, un imposible de decir. En el Seminario 11 Lacan se pregunta cómo se experimenta esa relación con lo opaco una vez que la experiencia del fantasma deviene pulsión (es decir después de obtener la transparencia del fantasma). En el Seminario 23 Lacan agrega la responsabilidad sexual, con ella nombra un modo de responder a esa opacidad que se asienta en la no relación, responsabilidad que resulta ser menos engañosa que el saber, el conocimiento o el pensamiento.

Pero ¿Acaso tenemos que contentarnos con la idea, en algún punto sencilla, de que lo opaco es lo que resiste al desciframiento? De ser así, la RTN freudiana y los restos que de allí se desprenden ya localizaban esta opacidad en los años ´20. 

¿Qué agrega Lacan?

Si bien la exclusión de sentido fue su pasión3, la sorpresa viene de que esta exclusión califique el goce del síntoma. En todo caso podemos señalar que lo Lacan agrega fundamentalmente es la “sustancia” del síntoma. Considerar la sustancia, es decir, de qué está hecho, nos puede servir para seguir lo que interroga en estas páginas sobre lo que considera es una de las preguntas centrales del psicoanálisis: si el goce es goce sentido (fantasma) o si está excluido del sentido (síntoma). 

Hablar de goce propio del síntoma en tanto excluye el sentido es llevar a sus extremos lo que Lacan había tocado con el objeto a. Decía resto, pero eso aún no alcanza para decir aquello de lo que se trata, porque el resto viene de otras cosas que preceden y por lo tanto está condicionado por aquello de lo cual es el resto4.

Si el objeto a es el resto de la incidencia de lo simbólico sobre el cuerpo, el goce que condensa sigue dependiendo de la operación significante y como tal forma parte de las suplencias más o menos delirantes según los sentidos gozados que armaron la trama de cada uno. 

Mientras que el goce propio del síntoma que excluye el sentido habría que considerarlo “resto de resto5, es decir una sustancia reacia a la manipulación interpretativa y refractaria a los destellos de la significación. Para aislarlo hay que transitar los rodeos de los decires de la lengua analítica de cada uno. ¿Pero eso significa que solo lo obtenemos al final del análisis? No lo creo, eso opaco que se expresa como acontecimiento de cuerpo es la causa del delirio de cada uno y se encuentra en la raíz de la repetición, y como tal envía signos que desde el comienzo es preciso leer. 

Fueron necesarios muchos encuentros para poder cernir el sufrimiento que desencadenó la consulta de una joven: situaciones variadas que pudieron nombrarse en términos de pérdidas. En una ocasión, al mencionar la separación de su chico al que amaba profundamente y que fue provocada por ella, le digo que ella provoca esa pérdida. Unos minutos después un lapsus nos sorprende a ambas, dice: “me provoco la tristeza” (en lugar de la pérdida). Ese afecto impregna el cuerpo de la joven y deja entrever un núcleo opaco que tengo en cuenta en la orientación de las entrevistas preliminares. 

Concluyo este punto con una referencia del curso de Miller El ser y el Uno: “El goce opaco al sentido se inscribe como el correlato del Uno6, es decir correlato de un real, un simbólico y un imaginario que se anudan en la lengua propia del análisis, si se apunta a que algo de lo singular no sea allí omitido. Es aquí donde juega su partida el deseo del analista.

2- La realidad precaria

La segunda cuestión sobre la que podemos conversar es sobre la idea de Lacan que JAM retoma en el argumento del Congreso, acerca de que “nada es sino sueño” (después de preguntarse cómo hacer para enseñar lo que no se enseña). Decir que nada es sino sueño pone en cuestión la prueba de realidad, incluso hasta llegar a desestimarla. La invitación a releer el texto freudiano “Formulaciones sobre los dos principios del acaecer psíquico”7 y el modo en que Lacan lo retoma en diferentes momentos de su enseñanza, nos permite seguir los trazos de lo que podemos captar como “una continuidad de los principios”. 

Este texto freudiano, que conjuga la metapsicología y la clínica, está hecho para articular la relación que hay entre el principio de placer y el principio de realidad, pero no en tanto la sustitución de uno por otro, sino más bien como aquello que persiste, indestructible, cuando se trata de destituir al primero por el segundo. No todo el placer puede ser dominado por la realidad y al final, lo que se obtiene es la preservación del principio de placer. De este modo el placer, cuyo objetivo primordial es buscar la satisfacción, es siempre primero respecto de cualquier realidad.

La oposición principio de placer-principio de realidad fue desarrollada por Freud a lo largo de gran parte de su obra, desde el “Proyecto de una psicología para neurólogos” en 1895 hasta “El malestar en la cultura” en 1930, pasando por “La interpretación de los sueños” y “Formulaciones de los dos principios…” entre otros. En todos ellos Freud intentó aislar una tendencia fundamental a la descarga en la que una cierta cantidad está destinada a fluir y a satisfacerse. Para hacer frente a este empuje, se vio llevado a oponer una instancia de realidad que aparece como un principio de corrección, de rectificación. Así esta instancia opera compensando la pendiente fundamental del aparato psíquico que se dirige al placer. Finalmente, es un intento de dialectizar la inadecuación radical que hay entre el goce y el significante.

Miller señala la ambigüedad del término realidad que se encuentra presente en el texto de Freud. Para la neurosis emplea la palabra Wirklichkeit, mientras que cuando se refiere a la psicosis utiliza el término Realitat. En todo caso, respecto del extrañamiento de la realidad y su evitación, Freud establece muy tempranamente una continuidad entre neurosis y psicosis siendo esta última el rechazo más extremo y enérgico de la realidad, tal como lo plantea en “Las psiconeurosis de defensa” en el año 1894. Sin duda, la clínica es lo real como imposible de soportar8, y eso para todo cuerpo hablante. De tal modo que nada mejor que disociarse para confrontarse al mundo.

En este contexto, la evocación clínica de la función del sueño, no hace más que mostrar el modo en que el soñante se aparta de la realidad exterior para hacer reinar la armonía y el bienestar en su mundo propio. Que el sueño sea la vía regia en el psicoanálisis significa que nuestro punto de partida no es el ser-en-el-mundo, sino el soñante9. Es decir que el aparato psíquico que aprendimos a leer a partir de Freud de un modo lacaniano, se dirige de manera privilegiada hacia el señuelo o el error, incluso hacia la alucinación. 

Por ello Lacan destaca más de una vez la precariedad del acceso a la realidad. Y sin embargo, esta fragilidad no implica que ella (la realidad) sea anulada, sino que se encuentra por esencia ligada a la precariedad radical a la que la somete el Principio de placer en la medida que éste implica la posibilidad del sueño10. Efectivamente, la realidad es precaria y su aforismo todo el mundo es loco, es decir, es delirante11 nos impone ese punto de mira. 

Ahora bien, ¿qué perturba la homeostasis que entraña el principio del placer? Lo que se constata, es que frente a la exigencia de placer algo encuentra su satisfacción por la vía alucinatoria o la vía del sueño, es decir, algo se deja engañar, pero resta una parte que no sucumbe al engaño. Este elemento que no se deja engatusar, introduce una ruptura en el estado de reposo del sistema, a tal punto que Freud debe introducir un elemento que en el nivel del placer (Lust) es inasimilable12.

Nunca se había llegado tan lejos en acentuar esa inadecuación radical. Una inadecuación que permite aislar una cantidad indomeñable reacia al funcionamiento del principio de placer, un residuo que escapa al reemplazo de un principio por otro, un resto intrínseco de placer no satisfecho13. Se trata de lo que viene a perturbar la tranquilidad del orden simbólico y su homeostasis, aquello que no se deja reabsorber por el principio de realidad y que por el contrario lo gobierna, un punto de imposible. He aquí el germen del delirio que cada uno construye para hacer frente a la opacidad.

En la experiencia analítica, este imposible se manifiesta bajo la forma de una inadecuación radical entre la verdad y lo real, un desajuste que nunca encontrará el modo de encajar. Por ello, la verdad solo tiene una relación débil con lo real y su expresión más cercana no hace más que mentirla. Así, lo real miente a todo el mundo, de allí que solo podamos tener acceso a una verdad mentirosa, ¿podremos decir delirante? En todo caso, cada uno la suya.

Es evidente que la gente con la que tratamos, los pacientes, no están satisfechos, como se dice, con lo que son. Y no obstante, sabemos que todo lo que ellos son, lo que viven, aún sus síntomas, tiene que ver con la satisfacción…No se contentan con su estado, pero aun así, en ese estado de tan poco contento, se contentan14. El asunto para Lacan es cernir ese “se” que queda allí contentado, destacando justamente el carácter paradojal de esa satisfacción que se obtiene por la vía del displacer y que sin embargo responde de cabo a rabo a la ley del placer.

Digamos que, para una satisfacción de esta índole, penan demasiado15. Por ello, este penar de más es lo único que justifica nuestra intervención, porque consideramos que hay otras vías más cortas y menos dolorosas para alcanzar ese estado de satisfacción. 

En definitiva, un análisis puede ayudar a alguien a inventar buenos arreglos con el goce que hay, disminuir el displacer que este goce causa y aumentar el placer del que podría ser capaz. No se trata de franqueamientos ni atravesamientos, sino apenas de modulaciones cuantitativas, de los más y los menos, de los arreglos posibles para estar más cómodos con el propio sinthome (que es el propio delirio), arrancándole -en el mejor de los casos- un poco de displacer.

3-La elección de la locura

Por último, unas palabras sobre la elección de la locura. Si todo el mundo es loco ¿Acaso se trata de una elección? Sin embargo, no se vuelve loco el que quiere16

Muy tempranamente Lacan habló del acto de elegir, especialmente cuando se refirió a la locura y la insondable decisión del ser con la que la caracterizó. Se trata de una decisión, separada de cualquier determinación previa, que podrá leerse como causalidad psíquica en la contingencia de una experiencia analítica.

Cuando Lacan se refiere a cuestiones de estructura en el campo del Edipo, pone el acento sobre el sujeto infantil que acepta o rechaza la privación materna. Esta fase que todo ser de lenguaje debe atravesar, pone al sujeto en posición de elegir17, retomando de otra manera la insondable decisión. Conviene poner este elegir “entre comillas”, porque en lo simbólico, no es simplemente el sujeto el que organiza su trama, hay un discurso que lo precede. 

Entonces, el elegir es a partir de una libertad condicionada, lo cual es una de las mayores paradojas contemporáneas a las que se ve confrontado el sujeto de derecho actual animado por el frenesí de la elección18.

En los años ´60, Lacan elaboró una teoría de la elección que tiene como referencia la noción de pérdida. Esto lo condujo a plantear que toda elección es en el fondo una elección forzada. Esta expresión deviene una paradoja, ya que designa la elección que se realiza cuando no hay elección posible. Este modo de elegir hace emerger el consentimiento del sujeto como índice de una libertad que excede al determinismo puro del significante, se trata de decir sí a uno de los términos de esa elección. 

Esta elección forzada es también uno de los nombres de la operación de alienación que Lacan formalizó para explicar la causación del sujeto. Pero el ejercicio auténtico de la libertad vendrá de la mano de la otra operación, la de separación, ya que de lo que el sujeto debe liberarse es del efecto afanísico del significante19. 

Esta segunda operación apunta a la relación del sujeto con lo pulsional y pone de relieve una libertad que se desprende de la relación que cada uno tiene con el objeto a. De esta manera, Lacan se desplaza de una teoría de la determinación a una teoría de la causalidad.

Una experiencia de análisis permite aprehender que el consentimiento no nos vuelve presos de la determinación simbólica, y que nuestro espacio de libertad reside en la causalidad que se deriva del objeto a.

Finalmente, con la renuncia a la ley en favor de una referencia a la causa, nos aproximamos a la noción de contingencia. En este camino, la elección de la locura se enlaza en el sujeto a la pareja de su síntoma, lo que de algún modo le hace de límite a la libertad.  

La ausencia de relación sexual como principio de la contingencia analítica20, crea las condiciones para producir ese encuentro con el sinthoma y desplegar sus arreglos. En términos clínicos, “la locura del sinthoma de cada uno” expresa ese margen de libertad que un psicoanálisis puede impulsar en el campo de la elección.


  1.  Lacan, J.: Acerca de la causalidad psíquica, Escritos 1, Ed.Paidós, BsAs, 2002, p.166
  2.  Lacan, J.: El Seminario 20 Aún, Ed. Paidós, BsAs, 1981, p.113-114
  3.  Miller, J.A.-: Todo el mundo es loco, Ed.Paidós, BsAs, 2005, p.284
  4.  Ibid: p.292
  5.  Miller, J.A.-: Conferencia de JAM en Buenos Aires, Abril 2008
  6.  Miller, J.A.-: El ser y el Uno, clase 16/3/2011
  7.  Freud, S.: Formulaciones sobre los dos principios del acaecer psíquico, Amorrortu Editores, Tomo XII, BsAs., 1980, p.217
  8.  Lacan, J.: Apertura de la Sección clínica, Ornicar Número 3, Ed.Petrel, Barcelona, 1981, p.37
  9.  Miller, J.A.-: Causa y consentimiento, Ed.Paidós, BsAs. 2019, p.340
  10.  Lacan, J.: El Seminario Libro 16, De un Otro al otro, Ed.Paidós, BsAs, 2008,  p.181
  11.  Lacan, J.: op.cit.
  12.  Miller, J.A.-: Causa y consentimiento…, p.347
  13.  Miller, J.A.-: Causa y consentimiento…, p.358
  14.  Lacan, J.: El Seminario Libro 11…p.173
  15.  Lacan, J.: ibid 
  16.  Lacan, J.: Acerca de la causalidad psíquica, Escritos 1, Ed.Paidós, BsAs,2002, p.169
  17.  Lacan, J.: El Seminario 5 Las formaciones del inconciente, Ed.Paidós, Bs As, 1999, p.192
  18.  Miller, J.A.-: Méritos de la ortodoxia, Polémica política, Ed. Gredos, 2021, p.156
  19.  Lacan, J.: El Seminario 11 Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Ed.Paidós, BsAs, p.227
  20. Miller, J.A.-: Todo el mundo es loco, Ed. Paidós, BsAs, 2005, p.205
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