Cuestión de Escuela: Acerca de la garantía

I. Ese mundo que puede hacer la Escuela

Desde hace seis años que visito la Escuela con timidez, con el firme propósito de hablar poco y escuchar mejor. He sido invitada a participar en diferentes proyectos relacionados con la ELP, este es el primero. Lo vivo desde el cuerpo como un acto inaugural, mentiría si pudiera decir a qué da inicio. La pregunta que plantea el texto eje ¿Qué relación quiere mantener el psicoanalista con el discurso del Amo en toda su generalidad? La leo como ¿Qué relación quiere mantener la Escuela con el discurso del Amo en toda su generalidad? “La Escuela está abierta” escuché hace poco y esa apertura quizá significa que la Escuela quiere salir. Afuera es necesario aquello que la Escuela tiene que decir, pero también creo que antes de decir es preciso escuchar. Dice Miller “la Escuela es un ser ambiguo que tiene alas analíticas y patas sociales”. La pregunta se vuelve compleja ¿qué relación establece la Escuela con el mundo? Y cuando digo mundo me refiero a este que nos queda aquí cerquita. Utilizo la palabra mundo porque creo que el sujeto del inconsciente y el mundo se copertenecen. En ese sentido, la Escuela y el mundo se copertenecen. Si la Escuela no tiene un impacto en el transcurrir del mundo, si a través del actuar del uno a uno de sus miembros, pero también como entidad en sí misma, no deja una marca, entonces ¿dónde pisan sus patas sociales? ¿Qué huella dejan? Hacer de la Escuela mundo implica volverla posibilidad para quienes necesiten salir de la fatiga a la que nos conduce este tiempo. Hay que tener mucho coraje para no saber hoy en día, la Escuela es el lugar en el que nos juntamos a no saber. Escribo “mundo” sin artículo, porque no hablo del sustantivo sino del evento. Las obras de arte, por ejemplo, eventualizan el mundo, al hacerlo le quitan el artículo, lo vuelven particular.

¿Cómo volver a la Escuela, suma de singulares agujereados, coautora del afuera? Toca asumir las consecuencias de un silencio tan sostenido. ¿Cómo evitar que la imposibilidad que tanto bordeamos nos cierre la puerta a un pensamiento por lo común? Así como singular no es igual que individual, cuando digo “lo común” tampoco hablo de lo normal, sino de ese espacio que compartimos gracias a la lengua que nos atraviesa. Podemos pensar al lenguaje lineal, en el orden del tiempo ¿Cómo pensar al espacio?, a esta realidad que se desdobla en el mundo virtual, a este lenguaje que se desdobla con ella y que nos plantea una relación que analizar entre la realidad virtual y la material. Lo subjetivo de esta época parece danzar entre esos dos espacios. Así como una obra de arte no es un volcarse de la subjetividad del artista, sino algo que emerge y crea mundo, le quita al mundo el artículo indeterminado ¿Cómo volver a la Escuela eso mismo, hacerla emerger?

 II. Esa Escuela que hizo El mundo (ahora sí, con el artículo puesto) 

Diré, no sin riesgo, que necesitamos empezar a firmar con el apellido. Me explico: Preparando la clase de Historia de la psicología me encuentro:

 (…) el psicoanálisis tampoco apuesta por la libertad humana y explica los procesos voluntarios a través de la regulación externa de las pulsiones inconscientes comprendidas desde la categorización psicoanalítica de la estructura del yo”. 

(J. M. Burgos)

El famoso Yo en el centro, nada de lenguaje, en su lugar la estructura, invisible y externa, que organiza las pulsiones volviendo a las personas presas de sí mismas. Nada de semblantes. Nada de la libertad que habita en la renuncia a la determinación que está detrás de eso que creemos que somos, “la personalidad” que se yergue tirana, igual en los libros de texto que en los horóscopos, unos amparados por la estadística, otros por las relaciones que se dan entre los cuerpos astronómicos y las fechas del almanaque (si me dan a elegir, prefiero a los segundos). Es de lo más amable que he leído sobre psicoanálisis en los libros de psicología. He leído sobre la madre nevera de los autistas, sobre los signos en los sueños que lo son de los genitales: nada sobre el amor, la transferencia, el goce y, si no hay lenguaje, tampoco hay indecible. Todos esos primos lejanos que negamos llevan nuestro nombre, aunque distinto apellido. Igual que en las familias, quizá un día se emborracharon y armaron un lío, nos toca hacernos cargo de que nos confundan con ellos. Ese lobby del que habla el texto no aparece solo, es una respuesta directa de uno de esos líos. Cuando aquí usamos el significante “psicoanálisis”, tenemos una idea compartida, es más, todos y cada uno de los encuentros que propiciamos constituyen a ampliar la resonancia que esa palabra deja, a estudiar su huella. Ahora bien, para las huellas no dan igual el concreto que la arena. Creo que para que la Escuela pueda ampliar su resonancia, necesitamos entender y hacernos cargo de las huellas que esa palabra, tan repetida, psicoanálisis, ha dejado. Necesitamos responder, pero no entre nosotros, como quien se queda con algo que decir y lo ensaya en su monólogo interno, necesitamos responder a esos primos lejanos para que nos oigan ahí afuera, porque ese no es el psicoanálisis del que hablamos aquí, tiene el mismo nombre, pero distinto apellido. Necesitamos desacralizar nuestros altares. Desacralizar, no defender. Desacralizar, quiere decir, renunciar a nuestro propio semblante, aceptar el estatuto de estafa: si sabemos que el rostro es mentira, entonces podremos jugar con las máscaras. Esto implica permitir que las particularidades de nuestra época nos atraviesen, nos obliguen incluso a no estar de acuerdo con Lacan o con Freud, que no tenían WhatsApp ni Tinder. 

Son muchas las preguntas que van al centro del lenguaje que atraviesa esta época ¿Será que podemos responder a las preguntas actuales con las herramientas teóricas que se crearon cuando este mundo no existía aún? Tiendo a pensar que posiblemente no. Ese “posiblemente” me pone a trabajar. Deseo que la Escuela pueda hacer mundo. Para que eso sea posible, la Escuela también necesita abrirse a que el mundo la amplíe, en una operación parecida al amor, que si no es mutuo no funciona. ¿De verdad estamos seguros de que el discurso del Amo no ha atravesado estas puertas? 

Es el lenguaje el territorio en el que se puede dar la reconciliación. En una doble operación, el lenguaje singulariza aquello que se ha solidificado en el “todos” pero de la misma manera, pluraliza lo singular, generando nuevos mundos posibles. Seamos poetas, aparte de psicoanalistas, contemplemos la realidad y resaltemos lo cotidiano, dejemos que las palabras nos usen. Demos lugar a una operación poética, no únicamente teórica, porque la poesía es capaz de crear miradas nuevas. No hablo de que nos pongamos a escribir un poemario (que si quieren también), hablo de que busquemos desde la Escuela la dimensión estética que abre la poesía, porque implica la apertura de una posibilidad que puede tocar el cuerpo, cosa que la teoría tiene más difícil conseguir. Inauguremos la posición del poeta, exploremos sus efectos. La palabra de la poesía es apertura y desvelamiento, puede ayudarnos a salir de una lógica devoradora. Para llegar allí tenemos que acercarnos al peligro de desafiar lo que dimos por correcto en un acto que sirva de ejemplo de escucha. 

III. En conclusión 

Lo que he propuesto hasta aquí lo explica mejor un poeta:

En un poema leo:
conversar es divino.
Pero los dioses no hablan:
hacen, deshacen mundos
mientras los hombres hablan.
Los dioses, sin palabras,
juegan juegos terribles.
El espíritu baja
y desata las lenguas
pero no habla palabras:
habla lumbre. El lenguaje,
por el dios encendido,
es una profecía
de llamas y una torre
de humo y un desplome
de sílabas quemadas:
ceniza sin sentido.
La palabra del hombre
es hija de la muerte.
Hablamos porque somos
mortales: las palabras
no son signos, son años.
Al decir lo que dicen
los nombres que decimos
dicen tiempo: nos dicen.
Somos nombres del tiempo.
Mudos, también los muertos
pronuncian las palabras
que decimos los vivos.
El lenguaje es la casa
de todos en el flanco
del abismo colgada.
Conversar es humano.

“La llama, el habla”
Octavio Paz

Romina B. Lencina 


REFERENCIAS

  • Borra, A., Poesía como exilio. En los límites de la comunicación, Zaragoza, Prensas de la Universidad de Zaragoza, 2017.
  • Espulga, E., No seas tú mismo, Barcelona, Planeta, 2022.
  • Miller, J.- A., Cuestión de la Escuela: acerca de las garantías. La tarde de la Garantía de la ECF, 2017. 
  • Nietzsche, F. (s.f.), Sobre verdad y mentira en el sentido extramoral, Escuela de Filosofía Universidad ARCIS. 
  • Paz, O. (2008). Piedra de sol. México: FCE
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